jueves, 10 de enero de 2013

We Are Not Young



Este es tan solo el 4to intento de escribir este post. Es sobre un libro llamado La Naranja Mecánica, cuya historia es más bien conocida por la adaptación cinematográfica que hizo el gran Stanley Kubrick.

En serio, me ha costado mucho trabajo escribir al respecto. El sábado 5 de enero a eso de media noche (no podía ser de otra forma) termine el capítulo 21 y último de este curioso libro. De hecho, aquel día salí de mi casa desde temprano y como mamón lector responsable que soy ya llevaba listo el siguiente libro en mi lista por leer, ya saben, por si terminas de leer antes de lo previsto y necesitas algo para no aburrirte en el camino, y en realidad, eso me paso.

Termine de leer cuando aún me quedaban 45 minutos de viaje en el subterráneo (a.k.a. Sistema de transporte colectivo metro o gran bestia naranja que devora y escupe personas) sin embargo y contra mi propia expectativa, no pude tomar el siguiente libro. De hecho, no he podido hacerlo hasta el día de hoy jueves.

Hasta el capítulo 20, toda la historia es más bien predecible para cualquier persona que haya visto la película antes que el libro. Es… es este capítulo 21 una especie de golpe a la quijada que te deja totalmente noqueado.

Durante más o menos 200 páginas lees la historia de un adolescente que se gana tu cariño, un adolescente que gusta de la buena vida. Una vida que trata sobre golpear, violar, enseñarle a unas niñitas el viejo unodos unodos y algunas otras acciones que, vaya, para estos tiempos parecen sacadas de cualquier nota roja. Él (Alex de Large) no es tonto, ni tampoco un psicópata que no entiende la diferencia entre el bien y el mal. De hecho la conoce y en pleno uso de razón, se decide por “el camino del mal”.  Finalmente el joven Alex pierde su humanidad cuando le quitan su capacidad para elegir entre hacer el bien y hacer el mal mientras le quitan la posibilidad de disfrutar las cosas más humanas (la música, el amor, la violencia).

Y nuestro humilde narrador nos enseña sobre las personas que en la biblia solo encuentran la historia de unos viejos judíos que se matan entre ellos y se dan al unodos unodos; o que al escuchar 9va sinfonía de Beethoven adquieren toda la inspiración necesaria para realizar los actos más abominables de la sociedad castiga.

Todo muy contra las reglas pues, y es hasta donde la película nos enseña.

Pero ese maldito 21: vemos a los antiguos compañeros de travesuras del narrador, aquellos rebeldes que viven y disfrutan de su libertad violando todas las leyes posibles, ahora convertidos en los perfectos policías. Y también a aquellas antiguas víctimas convertidas en inquisidores del mal, dispuestas a hacer lo que sea por encontrar culpables.

Pero hay otra cara. La de los sobrevivientes. Y es que creces, maduras y esa vieja ultraviolencia ya no es tan seductora porque ya no eres tan joven. Te aburre la simple idea de la destrucción porque siempre has vivido de esa manera y debe haber algo más.

Ya no eres tan joven, ya no puedes justificar tus actos con tu juventud. Después de todo, no es casualidad que el libro tenga 21 capítulos: a los 21 años ya eres considerado adulto en todo el mundo.

Sin embargo, Alex fue un personaje que vivió de la ultraviolencia y termino deseando ser otra persona ¿Lo mismo sucederá con personajes que viven antónimos a la ultraviolencia?

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