viernes, 11 de diciembre de 2015

Día 30: Sobre el hielo

Sobre el hielo.


«¿Donde has estado todo este tiempo, mamá? he tenido frío en las manos, en los pies, en los huesos. Deseo tanto que me des un abrazo que simplemente no puedo pedírtelo. No me regañes, es que me da vergüenza pedirlo.

»¿Sabes? la extraño mucho. Nunca la conocí muy bien, incluso ose confesarle mi amor ¿era amor eso, mamá? ¿lo sabes? tú me enseñaste todo lo que sé sobre el amor. Amor a distancia, a cuenta gotas, como la marea, amor por siempre y por unos días ¿Es tan difícil sentir eso?

»Pero en serio, la extraño. No se como explicártelo. Nunca fue como los abrazos que me diste; hablamos a distancia, sin saber cómo era el uno o el otro. Bueno, nos conocíamos en persona y había fotos, pero tú entiendes a lo que me refiero. Nos decíamos cosas que no decíamos a nadie. Sé lo que dirás: eres un buen hombre, sigue adelante, luego me impedirás quedarme días encerrado en casa y doy casi por cierto que me buscarás un empleo. Pero no es esto de lo que te quiero hablar. No es que la extrañe, es que ahí quedó mi corazón.

»¿Recuerdas que me dijiste que antes de morir el abuelo gritaba que tenía frió? fue un paro cardíaco: cuando el corazón deja de bombear sangre las extremidades comienzan a enfriarse. De la sangre surge el calor. Es tan cierto que se da por hecho que las personas frías no tienen corazón.

Ay mamá. La conocí porque buscaba magia en el mundo. Que tonto fui. Siempre que te hablan de magia, hay magia negra, ella tan blanquita e inocente ¿soy un tonto verdad? le creía todo y es que era tan reconfortante su voz, sus ojos, sus palabras.

»Al caminar, a veces veo su peinado de moda y siento como la sangre vuelve a recorrer mis mejillas. Es una farsa, lo sé. Sí, mamá, las mentiras hacen llorar al niño Jesus, pero es Diciembre, aún no nace. Ay mamá, ¿porque no me abrazas?

—Joven ¿quiere que pinte las letras de la tumba?
—No, sólo deme la pintura, yo lo hago.
—Disculpe ¿era su mamá? su bugambilia da bonitas flores en Febrero.
—Es mi madre, aún lo es.

Día 29: Una historia en el espacio

 Campo de Golf Nadia Naul Nerdud

—Eh tú, ni te creas que he perdido porque sea bueno o algo así —Dijo Gonoblin Tantios
—No lo creo camarada, has hecho un gran esfuerzo.
—No me vengas con tu misericordia, es el puto Tee que no se ajusta a las botas de mi mecha y que jode mi swing.
—A mi no me vengas con eso, aquí en el Nadia Naul Nerdud es diferente. Yo te conozco ¿eres de esos que destruían edificios cuando el tiro les salía mal no?

Este argumento, aunque probablemente válido en 90% de las contiendas golfisticas, resulta del todo incómodo. Y es que verán, en el año 2064 la población humana llegó a un máximo, le siguieron 10 años de arduo trabajo para garantizar el acceso a viviendas dignas para todos los habitantes y luego otros 40 de reducción de la población por todos los medios: guerras, xenofobia, preservativos, orgías controladas por el estado, castración racial, pero finalmente, la mejor solución fueron los Robots Waifus.

Esto produjo que hoy en día, año 2150 hubiera decenas de ciudades desiertas y cientos de multimillonarios aficionados al anime, que habían heredado sus fortunas de cuatro generaciones de millonarios que se casaban entre ellos y también eran aficionados al anime. Esta extraña combinación produjo que el Mecha Golf fuera el deporte predilecto de estos nuevos caballeros de la sociedad y que ellos, a su vez, usarán las ciudades desiertas como campos de mini Mecha Golf. El problema fue que según organizaciones humanitarias, muchos de los edificios que eran destruidos por las bolas, eran aún habitados. Así que muchos golfistas eran considerados maníacos homicidas.

—A mi no me hables así ¿sabes quien soy? Soy el puto amo, el señor de todo lo que ves. Soy Gonoblin Tantios.
—Pues mire usted, señor "Gonoblin", mister Tantios no hubiera dado esos golpes de novato. Yo no soy ningún profesional como para poder ganarle a un campeón de la humanidad como el señor Gonoblin. Pero viendo que usted es uno de esos papanatas que busca cualquier pretexto para no aceptar su derrota, me marcho.

Una mano en el hombro de Gonoblin lo detuvo de iniciar una pelea a golpes. Era su hermana, Fedoral.

—No eres malo, eres viejo. Aunque esos sean Mechas de última generación, no será lo mismo. Nunca.
—Pero…
—Puede que estemos en la Luna como si fuera un domingo cualquiera, pero la juventud ya no es un lugar al que puedas pagar para visitar.

Gonoblin asintió y se volteo para abrazarla. Era campeón de Mecha Golf y Mecha Crikett, acostumbrado a ser reconocido por todos en todos lados, a ser el centro de un movimiento pro humanidad. Pero eso ya había quedado en el pasado. Había que aceptar que aún en el futuro, el futuro de todos es el mismo.

jueves, 10 de diciembre de 2015

Día 28: Historia en un barco. Pasado, presente y futuro

Fatuo


No recordaba hacía cuánto tiempo que fue su primer borrachera, pero poseía apenas unos relámpagos de ella. Tendría unos trece o catorce años entonces. Era un cuarto de concreto, eso sí. Había Ska y el hermano de su amiga, que llevaba varios días de fiesta, no dejaba de insinuarsele. Se ve a sí misma durmiendo en el sofá, luego despertando al sentir en sus rodillas las caricias y el aliento de aquel hombre. Vaya, en ese momento creía que ese era un hombre, tendría diecisiete como mucho y todos creían que era gay. Igual se despertó, le dio un beso más fugaz que el día, se despidió de su amiga que ya amedrentaba a su hermano y marchó a casa. Su casa eran dos habitaciones de ladrillo rojo. El baño era una esquina separada por cortinas y como único mueble, un gran agujero en el piso. Al otro extremo, la cocina con parrilla eléctrica y trastes de plástico.

¿Hacía 10 años de eso? ¿A quién le importa? Luego vinieron más y mejores: bailes inmensos en habitaciones oscuras; ácidos que le hacían sentir el sol en su piel; polvos que le provocaban volver a saborear los dulces de la infancia. Pero al final, era el alcohol lo que la seducía entonces y ahora. El alcohol y una fiesta.


Ahora, se encuentra en un nuevo hogar. No sabe si en las paredes hay cemento, ladrillos rojos o una eterna oscuridad: sólo ve ropa colgada. Se ha entretenido pensando que la limpia es suya y la demás es de cualquier otra persona. Da un último trago a la botella de plástico que sin aportar mucho a la boca es vaciada. Se acuesta pero siente que vuela y prefiere sentarse. No lleva pantalones, mierda ¿donde los deje? ¡ah! llevo falda. Se arregla la falda y esta vez queda pegada al piso al acostarse.

Sueña con darle la mano a su papá ¿dónde estará ahora? Borracho, supone. Caminar descalza por el pasto y volver a sentir el sol en la piel hasta que sus ojos no puedan aguantarlo más. Desea que alguien llegue le abrigue del sol con un beso. Alguien preferentemente sin olor a alcohol y fiesta. Sueña con dejarse caer al pasto y nadar en él. Lo haré, lo haré, lo haré. Te llame Abril porque era mi mes favorito, le dice su padre, pero ahora no sabes qué es un mes ¿o sí?

Despierta y decide morir. Muchos lo han hecho y ya es considerada una acción muy racional. Sale de aquel cuarto para entrar en uno más largo con puertas a otros cuartos desde donde escucha fiestas con la música muy alto y bebés llorando aún más alto. Ve a una pareja besarse y los saluda. Me voy a morir ¡felicidades por la decisión! ¡gracias!

Cuarto tras cuarto vaga por todo el lugar. Cuando llega al más grande cuarto que hay por ahí, ya se encuentra sombría y el olor le hace dar un paso atrás. Recuerda su sueño y da dos al frente. La escotilla apesta casi tanto como el aire. Se deja caer.

Cuando ella toque el antiguo mar sentirá el abrazo de las algas, como pasto seco,  acariciando sus mejillas. Cuando reaccione medio asfixiada, notará que el agua ahí es gelatinosa, dará patadas para salir a la superficie y lo último que verá será un fuego fatuo indicando dónde ha quedado su cuerpo. Entonces, su padre le dará la mano y la invita a subir, para ver cómo se consume aquel fuego de metano en su honor. Sentirá como un sol quemando su piel ¿Fuiste feliz? no, entonces estamos mejor. Y se alegrará de saber que no está sola.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Día 27: escribe una historia que ocurra durante un evento deportivo

Es difícil morir, por mucho vino que uno lleve encima

Hoy sucedió un hecho que para la mayoría de las personas pasó inadvertido. Sólo unos cuantos pudieron presenciarlo, de ellos sólo un puñado lo recordará mañana, y sólo algunos que son contados con los dedos de una mano, entenderán la gravedad del acontecimiento.

Verán, queridos lectores, que se debe reconstruir el hecho. El campeonato de ciclismo urbano fue celebrado el día de hoy: 100km de fiesta sustentable, baches y concursos de sobrevivir entre el transporte público. Los participantes (mil quinientos, aproximadamente). Supuestamente daría inicio a las 8 de la mañana, pero ninguno de los participantes pudo llegar antes de las 12 a la zona norte de la ciudad, donde estaba la salida. Muchos de ellos en su previa preparación espiritual decidieron inhalar un poco de cannabis o perderse en algún rincón de la ciudad. No pudiendo llegar a un cuórum, las 20 personas (todas oriundas del norte) que ahí se encontraban decidieron marcharse: 10 para las tierras del oeste, 5 para el este, 4 al norte y uno al sur.

Ese uno, ya habiendo recorrido una decena de kilómetros, decidió no dejarse llevar por faltistas y altaneros, poco responsables y deshonestos organizadores de fiestas, así que dedicó el resto de su día a vagar por el poco explorado norte de la ciudad. Y es que, cabe aclarar, nadie quiere el norte: en el sur se encuentra la dignidad, el progreso, lo mejor de la humanidad, el norte es para ignorar.

Como suele suceder en esta época del año, en esta latitud, cayó un chubasco lleno de vendavales y nortes.

Ahí, bajo un puente, con los dedos engarrotados, las muñecas hinchadas y los pies dos veces más pesados por el agua de cañería, un otrora feliz concursante. Antes de la lluvia, sus piernas ya sentían el kilometraje, por fortuna ahora no las sentía. Con su mente de corredor urbano, cálculo estar a unos 10 kilómetros de su casa. No es mucho, pensó, menos de una hora, quizá hasta 30 minutos. Su frialdad cálculo también que la lluvia tardaría sólo un rato más. Se equivocó en todo.

500 metros luego de salir del puente, en medio de un charco de agua lodosa y asfalto, su cadena estallá. El dolor de sus piernas renace cuando sus espinillas entran de lleno en el agua. Corre a esconderse bajo un plástico que sirve de techo a un comerciante que ha huído a algún cálido hogar. No decide que es peor, la ausencia de sus refacciones, el peso de su mochila escolar o que la lluvia arrecia. Camina bajo la lluvia y esperando reducir la posibilidad de ser asaltado, camina por la ciclovía improvisada junto a las vías de un metro que avanza despacio.

A partir de aquí, queridos lectores, no se puede decir más que especulaciones. En lo personal, me he entretenido toda la tarde imaginando que las personas que lo vieron sabían que su bicicleta estaba averiada, que algunos sintieron piedad, que otros se rieron de su suerte. Me pregunto si esas personas comprendieron que ahí estaba un hombre peleando contra una suerte maldita. Luchando contra sus músculos contraídos ¿Alguno de ellos habrá escuchado que tarareaba Season In The Sun?

Imaginen el mundo que alguno de ellos, observadores audaces, hace: un hombre caminando bajo la lluvia, cargando una mochila llena de malas decisiones que lo han hecho negar su vehículo; un hombre caminando bajo la lluvia, sonriendo a un dios que lo pone a prueba; un hombre caminando bajo la lluvia que sabe que pronto llegará a casa; un hombre bajo la lluvia que canta; un hombre enloquecido bajo la lluvia; la lluvia golpeando el orgullo de un hombre; un hombre buscando una luz al final del camino.

En algún momento de la tarde, la lluvia para y da paso a la absoluta oscuridad y los intermitentes relámpagos del metro y bocinas de carros. Un fantasma se asoma a la calidez de las personas; calcula una hora más caminando. Tarda tres.

martes, 8 de diciembre de 2015

Día 26: Escribe sobre la 30va fotografía en tu celular

Eduardo Coronel Garcilaso



Las noches, para muchos, son ese momento en que pueden descansar del mundo, de sus traiciones y humores. Darse un oasis de seguridad en sus sueños, un tiempo de completa soledad donde no había falta pensar en la inutilidad de la vida o esperando ser útil para la vida. No es el caso del Coronel Eduardo Coronel Garcilaso.

Siendo un virtuoso del submarino, del agua arbonatada, diodos, bisturís, golpes y demás felaciones, a todos parecía natural que alguien tan normal como él tuviera remordimientos por sus víctimas, o al menos pesadillas llenas de culpa; las enormes bolsas moradas bajo sus ojos indican que así debía ser, pero no es el caso. Coronel ha tenido los mismos sueños desde antes de enrolarse a la academia militar.

Cuando adolescente, al igual que sus actuales compañeros de juerga, creía que esos sueños eran la demostración inconsciente de alguna culpa reprimida; leyó todos los libros que halló sobre psicoanálisis, consulto a tarotistas y adivinos, recurrió incluso al padre de la iglesia pentecostés, pues tenía pena de contarle sus sueños al padre que le había dado bautizo y comunión. Así pues, tuvo que reconocer que al inicio de su temprana infancia debió ser una terrible persona; torturar y quemar gatos vivos, aunque le parecía una obscenidad, de acuerdo a los discípulos de Freud era una causa muy probable de sus pesadillas. De esta forma, el adolescente Coronel decidió que tenía culpas de la infancia y que no había otro remedio que tener culpas en el futuro. Así al menos la pesadillas valdrían la pena y obraría en la misma causa que acogía su alma.

Ya enrolado en el ejército, el joven Eduardo decide revelar sus sueños de mareas rojas y octópodos a su enamorada, Fátima Piedad Carmona. Ésta, horrorizada como humana consagrada a la ayuda de los demás (es enferma) pero extasiada por la estupidez resultado de un enamoramiento fugaz y primerizo, decide abandonarlo todo y casarse con él. Usted sabe, para ayudarlo a cargar el peso de una vida de penas.

Siempre que Coronel tiene a un pobre hombre enfrente (todo hombre es de espíritu pobre, gran aprendizaje que al joven Eduardo le enseñan en el catecismo), el Coronel dispara sin piedad, dividiendo su pensamiento en dos: el uno que ha decidido que ese es el camino que el señor le ha dado y que debe seguir como orden de nuestro santo padre, y el segundo que quiere vomitar. Esta frialdad en batalla lo hace merecedor de medallas y condecoraciones que no hacen sino confirmar su vocación.

Eduardo Coronel, ya siendo Coronel, es designado por dedazo del señor presidente, conocido suyo de la academia militar, al mando de la región 4 del máximo batallón de inteligencia del ejército nacional. O lo mismo: el hijo de puta encargado de los interrogatorios, cargo que ejerce con gran diligencia y poco placer. Sus colegas creen que su corazón frió lo ha hecho el hombre al que incluso sus hijos temen, pero es una vida de hijo de puta el que lo ha convertido en un hijo de puta.

Por las noches sueña con el pulpo. No importa que desnuda en su lecho duerme su esposa Fátima o a alguna otra diligente mujer que desea ver a su liberal esposo liberado. Sueña que cada ventosa del pulpo es una boca que chupa sus pómulos y machaca sus testículos, que los tentáculos entran por su boca y oídos, que de la boca del animal sale un falo que lo sodomiza. No importa, se ha acostumbrado tanto al sueño que incluso el pulpo y el calamar son sus alimentos favoritos y ha usado su sueño como inspiración para innovar en su trabajo. Le llaman artista.

Un día, en medio de una sesión donde a un infeliz le pregunta por nombres y direcciones mientras unos guardias usan palos contra la esposa del diablo aquél, es el Coronel y no éste quien se desmaya. Lo veía venir, cada día le da más asco aquel trabajo e incluso piensa en el retiro. Eduardo Coronel vuelve en sí en un hospital, tres meses después. No ha tenido el sueño. Frente a él, unas radiografías de su cráneo muestran un rostro justo en su coronilla. Usted tenía un hermano gemelo, escucha decir al doctor luego de un rato, siempre vivió con usted ¿nunca sintió algún malestar? No, jamás.

Dos semanas después, Coronel vuelve a casa acompañado de esposa e hijos. Ahí lo esperan amigos y regalos. Una nota de su compadre, el señor presidente, dice en letra clara y romántica que casi se regresa de las naciones unidas al saber que su íntimo amigo estaba en el quirófano. Putita cabrona, ríe entre dientes el Coronel. Festeja y contra la indicación del doctor, bebe hasta quedar dormido en su sofá.

Esa noche tampoco sueña. Sonríe al despertar, al ponerse su traje y al llegar a su trabajo. Le sonríe y da los buenos días a un pobre diablo llamado Juan Ramirez. Se entera que tiene esposa e hija. Tiene asco, pero recuerda que lleva casi tres meses sin ver a su amigo el pulpo amarrado entre sus piernas y que ha matado a su hermano.

— Mirá cómo es un hombre, Juanito—le dice a Juan antes de obligarlo a ver como viola a la mujeres.

Pulpo Sodomizando a Hombre, de Francisco Toledo
De la exposición “Duelo” de Francisco Toledo, en el MAM

domingo, 6 de diciembre de 2015

Día 25: Escribe sobre una criatura mitológica


VATICANO, 06 Dic. 15 / 03:47 pm (ACI).- Este domingo por la tarde desde el Vaticano, el Papa Francisco “encendió” y bendijo a distancia el árbol de Navidad y el Pesebre que los franciscanos de la ciudad italiana de Asís (donde nació y fundó la orden San Francisco) han instalado para esta Navidad en la plaza de la Basílica inferior de San Francisco. El Pontífice dirigió también algunas palabras a los cazadores y héroes.
"Recordemos que San Antonio y San Francisco nos enseñaron que los animales son para hablar con ellos, no para matarlos en busca de una gloria que el mundo no se dará el lujo de dar", dijo el sumo pontífice en la ceremonia de la celebración, haciendo referencia a los recientes atentados contra los leones de Nemea, especie dos veces más grande que el león subsahariano.

Las declaraciones del líder del Vaticano se suman a las miles de voces que piden un alto rotundo contra los cazadores, aunque representantes de Nimea se han declarado a favor de los cazadores. "Los Leones son una plaga, se comen a las hidras y sin hidras no hay comida para nosotros. Nosotros damos licencias oficiales a los cazadores y de ahí obtenemos dinero legal con el cual alimentar a nuestras familias. Todo esto es legal" declaró el vocero de la organización sin fines de lucro, Grupo Nimea Vive.

Mientras tanto, en cientos de ciudades alrededor del mundo se han convocado marchas a favor de la prohibición de la caza, encabezados por el activista Juan Ramírez, reconocido por sus adecuadas opiniones en asuntos sobre la naturaleza.

"No vamos a permitir que un caso como el de Hércules Agustino, que dio caza a Mirna, el león más amado por todos, que además tuvo el descaro de hacerse un abrigo, un gorro y un mango. No lo permitiremos, no señor: hay alternativas más amigables con los animales y el ambiente, la ropa de algodón y los videojuegos, por ejemplo.". Declaró el Ambientalista en una entrevista, luego de asistir a la misa del papa Francisco.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Día 24: Una historia que ocurra 100 años en el futuro

— Vivimos para sobrevivir, no para juzgar.
Tarde muchos años en entender las palabras de mi padre. Cuando pequeño, no entendía lo que significaba sobrevivir, mi madre nos daba de comer y el amo le daba de comer a ella. Al crecer, acompañar en las incursiones a las ciudades al amo y nuestro padre era un juego.

Ellos no le tenían miedo a nada. A las sombras que acechaban cada esquina, ni a los cuerpos con olor a sangre que nos vigilaban a lo lejos. Incluso parecían divertirse cuando teníamos que saltar para evitar disparos de las azoteas.

Pero siempre mientras regresamos al refugio en silencio, con las mochilas llenas de latas y municiones, sus miradas eran tristes, llenas de preocupación. Dejaban que mis hermanos y yo peleáramos y jugáramos, pero no soportaban nuestros ladridos. Todo debía hacerse en silencio.

Conocí la palabra muerte a mis 7 años de edad, cuando en una incursión mi hermana recibió un disparo en una pierna trasera. Recuerdo sus ladridos, el primero fue corto y el segundo largo, como un del viento atravesando un árbol. Mi padre se detuvo sólo a decirnos que siguiéramos corriendo. Cuando nosotros encontramos un refugio, el amo ordenó a mi padre que nos quedáramos y salió. 5 minutos después regresó con el cuerpo frió de mi hermana. Volvimos a casa y el llevo el cuerpo de mi hermana.

Conocí la palabra sobrevivencia el día que los otros encontraron nuestro refugio. Tenía 30 años y 30 eramos los perros que el amo poseía. La mayoría apenas unos cachorros: mi madre defendió la casa mordiendo siempre al cuello, como papá siempre nos había enseñado. El sabor a sangre nos volvió locos y atacamos. Eran un grupo pequeño, pero todos tenían armas, el amo y mi padre se retiraron y sólo los mayores pudimo seguirlos. Sobrevivimos 9.

Dos semanas después entendí las palabras mi padre: no había comida por ningún lugar y los caminos que no eran zona infestada de muerte, estaban infestada de los otros. La tarde siguiente al término de la comida, mi padre vino a vernos y me recordó sus palabras. El amo tomó su palo de hierro y le cortó el cuello. Mis hermanos comenzaron a gruñir, nuestros ladridos comenzaron lo vimos quitarle la piel, pero guardamos silencio al ver que lo cocinaba y nos los daba.

Entonces entendí que en toda mi vida no había visto a otros perros, tampoco a otros humanos. Sólo mi familia y el amo. Decidimos sobrevivir.

viernes, 4 de diciembre de 2015

Día 23: Describe o inventa un recuerdo de tu niñez

¿Verdad o Invención?

Antes amaba el frío, pero ese día hacía frío, mucho. Al menos para mi, un recién llegado a un lugar que odiaba con personas que odiaba, hacía frió. Recuerdo llevar un pantalón de algodón debajo de mi pantalón de mezclilla, una playera de manga corta bajo una de manga larga, y arriba de eso una chamarra militar. Recuerdo estar acostado en el segundo nivel de una litera, en la esquina de una habitación sin ventanas, entre dos cobertores. Afuera estaba oscuro, pero eran las 4 de la tarde. La fragilidad de la corriente eléctrica no permitía el uso de bombillas, así que era oscuro. Tampoco el de la televisión y la señal de radio se quedaba en una colina a 50 metros de esa casa. Frío, oscuridad y silencio. No, no había silencio: había voces de las otras personas que vivían ahí ¿quiénes eran? prefiero huirles.

El pantalón de mezclilla se estaba congelando, como si fuera cartón me rasgaba la piel en lugar de mantener su temperatura. Entré en las cobijas y con mi aliento intenté calentar las piernas. También intente frotar con mis manos y moverse. El frió nunca desapareció, pero sude. Aquel día había vuelto a pelar en la secundaria, si a eso se le llama pelear. Dos niños (20 centímetros más bajos que yo, 20 kilos más pesados) me golpeaban las costillas mientras otros me sostenían por detrás. Luego, cada uno tomaba una extremidad y me cargaban contra el primer poste de luz que encontrarán ¡La memoria es increíble, he logrado olvidar ese dolor! más recuerdo que ese día apenas podía caminar. La última vez que había llegado golpeado quejándome a casa, había terminado más golpeado, por maricón, por débil, para aprender a ser hombre. Siempre me defendí y por muchos años continúe siendo golpeado, pero no por cobarde o infantil.

Odie ese sudor de miedo, por vergüenza. Quería bañarme, pero de haberlo hecho tendría que salir y caminar 10 metros hasta la cisterna, sacar agua, traerla a la casa y conectar una resistencia, lo que implicaba someterse al permiso de las voces al otro lado de la pared. No lo hice.

Sólo quedaba dormir, pero mi cuerpo era mi enemigo y desee ir al baño. Eso era más sencillo: 4 metros fuera de casa, abrir la cortina, subir a dos tablones superpuestos a un agujero que hacía de fosa, aguantar el aire rancio de mierda mientras tenía que bajar mis pantalones y rogar que el aire no se llevará las lonas que hacían de pared o que uno de las postes enterrados se cayera, o que no lloviera y me pudiera resbalar. Daba igual, lo hice.

¿Saben? afuera hacía aire y del cerro bajaba una nube con brisa y agua hielo, pero ahí hacía menos frío que en mi cama. Incluso cuando estaba acuclillado con los pantalones abajo y comenzó a llover. La lluvia era más cálida que el viento, mucho más. Me quite la chamarra y me lave los brazos, las piernas. Lo único repugnante, además de estar sobre un agujero de mierda, fue limpiar mi culo mojado y sucio de mierda.

Me volví a poner la chamarra, subí los pantalones y regrese a esa casa. La voces me vieron, me regañaron, me impidieron entrar. Pasaron 2 minutos y me tendieron una toalla. Me sequé. La ropa mojada la coloque en la única silla de mi habitación. No recuerdo si dormí. Tampoco recuerdo si cené. A ese día le siguieron muchos más fríos, con pantalones de cartón, agujeros de mierda en el piso y golpes. Con mi silenciosa garganta consumiéndose en palabras nunca dichas. No importa, ya paso.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Día 22: escribe sobre un sueño

La lluvia


El hambre que sentía le recordaba el pacto que había hecho. Fue mi mejor amiga, un fantasma de la sociedad que me encontró ¿qué habría sido de la ciudad sin ella? ¿qué habría sido de mí?

Tardé toda la tarde en sacar su cuerpo de la funeraria. Un par de horas en preparar la tina, sobornar para abrir puertas y sobornar para olvidar rostros. Nadie debe saber que estoy aquí. La planta de reciclaje lleva sólo 10 años funcionando, dando agua fresca a la nuestra y otras 5 ciudades del estado. Fue la primera, fue la mejor. Aunque soy sólo una burócrata más, creen que yo fui quien descubrió el secreto ¿realmente se puede descubrir el progreso? al igual que ella, el progreso me encontró.

Mientras bajo escaleras y me quito los tacones y ropa de luto, voy recordando la tarde que encontré los planos. Me gradué en química y me costo entenderlos, pero la verdad estaba ahí: el biorreactor, las dimensiones precisas: todo. "Anónimo", decía el nombre del autor. Hice correcciones y fue cuando la conocí. Me agradeció algunas, me llamo genio, pero en general, pidió que no se modificará.

Llegué. La bóveda estaba a medio kilómetro de profundidad: más profundidad implica que la energía necesaria para subir el agua sería incosteable, menos seria demasiado tóxico para el ambiente. En cada 5 metros de sus casi 500 metros lineales hay aspersores, cada uno deja caer un metro cúbico de agua cada segundo, gota por gota. Literalmente. El piso una reja impide el contacto con una ventosa de ácido que filtra el agua. Más abajo hay un fluido poroso que filtra el ácido y luego vienen las tuberías que devuelven el agua a la superficie.

Ahí era donde los cuerpos convertidos en una pasta café de ácido eran llevados antes de su última parada: todos los vasos de agua de la zona. Las mafias siempre han sido punteras en desaparecer cadáveres y que mejor forma de hacerlo que ahí, en la última forma de recolección de basura.

Respirar era casi imposible y mortal: el ambiente está compuesto un 90% de agua y los pulmones colapsan luego de un rato de respirarlo. Me coloque la máscara de aire y guantes especiales, luego sellé todo mi traje. Volteé a darle un último vistazo. Ahí estaba mi amiga, todavía completa en su ataúd. Siempre la consideré la mejor, aunque los premios fueran míos, el reconocimiento era suyo. La arroje al ácido.

El vapor que desprendía era rápidamente absorbido por el agua del ambiente. Pude ver la tina teñirse de rojo y coágulos desaparecer lentamente. «Adiós, adiós» parecen decirme. De pronto sus brazo con medias carnes y algunos huesos se extienden hacia arriba, luego lo que fue su rostro. Uno, dos, tres pasos atrás me hacen sentirme a salvo. 5 segundos más de vigilancia me devuelven la cordura. «Gases atrapados, reacciones electrónicas que activan nervios, rigor mortis» Puede ser cualquiera de ellas, todas igual de posibles… no importa, no importa.

Uno, dos, tres, cuatro. Uso la tina que llevaba para volver a acostarla. Me arrepiento de no saber si este puto traje es contra el ácido.


Llevo unos minutos sentada, viéndola irse. El frió me devuelve a la vida. Me recuerda mi hambre. Me recuerda que ella se ha ido. Voy regresando a la superficie. La tina se puede quedar ahí. No sería la primera vez que un mafioso lo hace, a nadie le importa realmente: 5 minutos bastan para que la bóveda borre toda huella dejada.

Una, dos cuartos de control después, noto que el casco no estaba del todo sellado: mis mejillas están mojadas.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Día 21: "Se encontro a su crush en una librería"

Su nariz advirtió que algo iba mal en su amada librería. A su derecha los mostradores de fantasía y poesía. A su izquierda, consulta. Detrás de él sólo divisó las escaleras del primer piso: artes gráficas, revistas y recuerditos. Sudaba frío.

«Ha de ser una señora, siempre son señoras las que vienen y usan ese perfume y las señoras son amables conmigo y siempre dicen que soy buen muchacho y que ojalá me hubieran conocido hace 60 años». No era una señora. Como en película de terror adolescente, entre Salud y Química surgió una melena café que él conocía tanto, por motosierra tenía una sonrisa de ángeles y sus pómulos eran hermosos.

«Mierda, me hubiera ido a tomar, pero pinche antisocial tenías que venir a ver si encontrabas algo para las vacaciones. Pendejo, si las vacaciones son en tres meses y ni vas a leer, te la pasas en pinche internet todo el día. Corre cabrón, corre como nunca, antes de que te vea y te tomé del ñoño que eres… pero, pero, sí soy un ñoño y no quieres a alguien que no te quiera por cómo eres ¿o sí? sí, la neta sí, igual la quieres, corre, que si te ve…» En ese momento lo vio.

Sus ojos sonríen y se dispone a caminar. hace un movimiento de tomar algo de un estante «¿Libros? si ni lee. Ha de ser algo de su carrera o un regalo ¿será para mi? mi cumpleaños es la próxima semana. A lo mejor se acordó que le regalé un libro cuando fue el suyo, y cuando empezó el semestre, y el que le pidió leer la gorda de su maestra. Oh sí, hermosa diosa de pascua, seguro es eso». Ella se detiene un instante

«¡Ya valió cheto! seguro se dio cuenta que me gusta desde hace 5 años, que siempre sonrío cuando la veo y, sabiendo lo repulsivo, narcisista y presumido que soy, me desdeña». Ella camina hacia él.

«Dios, dios, dios, tus piernas, esculturas que el arte envidia ¿mis ojos te lo dirán? ¿me escucharás si te lo digo? que sueño con tus piernas, que me abrazan, me cubren y vuelven triunfante mi mundo ¿Escucharás que para mi, tú sola presencia es lisonja, que haces parecer a venus un vogón? Si existe un dios, grande y benévolo, debió extinguirse al darlo todo por crearte ¿Será que me sientes?». Lo que siente es su mirada sobre él, sobre sus mejillas ya rojas.

«Tú, tú, en tu magnánima presencia quizá hayas entendido mi corazón que grita tu nombre para no dejarse devorar por la noche. Has sentido mi corazón y el tuyo que oro es, lo ha perdonado y se ha enternecido ante mis vulgares sentimientos».

— ¡Hola, Vania!

«Sabe mi nombre. Sabe mi nombre. Sabe mi nombre. Cuando mi madre lo ideó, lo pensó para que fuera cantado por ángeles. Mi bella, mi talismán, has hecho su sueño realidad, has sellado mi destino. Sonrío, estoy sonriendo ¡Y como no voy a sonreír si me has llamado por mi nombre! Si por siempre, mi nombre en tus labios fuera lo primero que escuchará por las mañanas ¿curaría el cáncer? ¿hallaría la fusión en frió? ¿acabaría con la pobreza? Tonterías, sólo sería feliz y nada importaría. Ni el diario atardecer ni los horrores de la noche.»

—¿Apoco no te acuerdas de mi nombre? Ya, dime cómo andas.

«Se enojó. La cague. Oh desgracia griega. Desearía tener mil ojos más para darlo en tributo a los dioses por salvarme de esta calamidad. Carlos d´Albret ¿crees que tu desgracia en Agincourt fue grande? hubieras de ver la mía, teniendo a mi alcance la cúspide de la evolución y cagandola».

— Bien… este…como…
— Que bueno.

«¡Se alegró! Vania, eres un chingón. La salvaste como nadie, como nadie. Ahora, a por la ofensiva. Si yo hubiera estado en Agincourt, esos ingleses hubieran valido papa»

— Bueno, me voy. Nada más pase a comprar unas cosas que mi novio me encargo.

«La muerte nos acecha y somos sus víctimas, su granja de almas con la que se alimenta. Se ríe de nuestras ilusiones ¿qué son nuestros sentimientos ante la muerte? un néctar dulce y gracioso. Anda parca, sega mi alma, más prometo no encontrarás nada. Mi alma ha muerto, y con ella, mi esperanza».

martes, 1 de diciembre de 2015

Día 20: usa las siguientes palabras en un cuento (abuelo, álbum fotográfico, oficina postal y folder)

Humanidad es una palabra comúnmente usada para describir a una especie de ser vivo, compuesto mayoritariamente por carbón y el ímpetu de conocer y relacionarse con otros seres vivos, en el peor de los casos con otros seres vivos que puedan ser agrupados por la palabra Humano. Cuando estas relaciones alcanzan a varios miembros del grupo y trascienden una etapa generacional —esto es, se chingan entre ellos y crecen nuevos Humanos— se crea un nuevo grupo denominado sociedad.

Contrario a muchos otros grupos de seres vivos relacionados, las sociedades son conscientes de su propia existencia y atrocidades, muchas ocasiones olvidan que su unidad atómica es el Ser Humano, que también puede llamarse Hombre. Para el caso que nos ocupa, hablaremos de un hombre de estatura promedio, inteligencia promedio, con una casa promedio, que al igual que el abominable promedio de los humanos desde hace varios millones de años, camina de forma promedio alrededor de otros humanos, parecidos entre sí. Hay sólo dos cosas que diferencian a este humano en particular: su gusto por los sombreros de piel (los usa aún en invierno, cuando son del todo innecesarios) y el folder rosa que lleva bajo el brazo.

Si uno observa con atención —amable lector, le pido que haga uso de su imaginación o bien, salga a leer esto a la calle— todos los humanos se siguen los unos a los otros: si en el camino uno golpea a otro, inevitablemente los cinco o seis humanos detrás lo golpearán también. El día de hoy, al hombre del que hablo, lo han golpeado ya 40 veces y ha activado un mecanismo de defensa evolutivos llamado ser amargado: produce gruñidos y mira a los ojos a todos quienes se le cruzan, intentando persuadirlos de sus intentos de agresión, con muy malos resultados. Esta actitud provoca que quienes lo golpean se sientan satisfechos, como si hubieran cumplido con algún mandato divino al castigar a este Humano tan desagradable.

En el horizonte, otro humano aparece: es apenas un crío, tan delgado y mal vestido que parece trapeador. La escena es habitual: observa al hombre promedio e identifica que, aún más que ese excéntrico sombrero de piel, el folder es importante. Corre. Lo golpea y en un rápido intercambio de modales termina huyendo con el folder. El hombre promedio se queda perplejo, pero le han quitado un peso de los hombros.

El joven (palabra usada para identificar críos de humano que son suficientemente grandes para ser insoportables) entra a una calle menos transitada. Abre el folder y aspira un polvo blanco. Le reconforta saber que tenía razón. Abre una puerta roja con tanta naturalidad que parece no importarle a los transeúntes que su nariz está sangrando. Tampoco le importa al padre del padre del joven. Un hombre en toda la extensión aburrida de la palabra que por su actitud bien podría pasar por otro crío. Le grita palabras que en lenguaje humano están diseñadas para ofrecer una crítica constructiva e invitan a una profunda reflexión sobre el ser, pero que en práctica sólo hacen salir lágrimas de los ojos de los humanos.

El hombre cría llama a sus secuaces, hombres que a lo largo de su vida han demostrado ser buenos relacionándose entre sí, y deciden intercambiar el contenido del sobre por algo llamado dinero, una simple y muy útil convención de las sociedades humanas para conseguir cosas sin necesidad de discutir demasiado.

Le entrega el folder a uno de ellos, quien lo lleva a la oficina postal ahí lo cambia de lugar: introduce el contenido en varias cartas con direcciones sabidas de antemano y nombres falsos. El contenido del sobre es distribuido por toda aquella sociedad.

En otro lugar de la ciudad (nombre que los humanos le dan a sus cuchitriles) otro humano hace que sea necesario introducir una nueva palabra: mujer, básicamente un humano pero de formas más redondas, piel más suave y una determinación para casi cualquier cosa que roza con lo que es universalmente conocido como locura. La especie humana requiere de estos dos factores (hombres y mujeres) para producir críos, representando uno de los principales desafíos y motores en la carrera de esta especie por convertirse en una civilización medianamente decente.

Ahora bien, como les decía, en otro lugar del cuchitril se encuentra una mujer viendo su pozo de nostalgia depresiva y nostalgias de la edad, también conocido como álbum fotográfico. No es que fuera particularmente vieja para el entonces estandart de su sociedad, sino sólo un rasgo de su personalidad. Escucha el timbre de su puerta tocar y desea que no hayan extraviado de nuevo su mensajería. Abre la puerta y sólo ve un sobre que abre deseando se trate de una carta de amor. Sólo polvo blanco.

Al mismo tiempo, el crío y el humano crío mueren asfixiados. Los secuaces están paralizados en el hospital y sus médicos dejan sus intentos de salvarlos para pasar a algo más importante: conocer la causa de muerte. El hombre promedio está saliendo del cuchitril: ha contactado con sus jefes y desconoce el asombroso éxito que tiene su plan. Al día siguiente esta mujer muere en soledad. Su último pensamiento es: no hay nada peor que morir en soledad.

En los hospitales, las personas mueren en tal cantidad que al irse de este mundo, sienten consuelo de no irse solos.