miércoles, 2 de diciembre de 2015

Día 21: "Se encontro a su crush en una librería"

Su nariz advirtió que algo iba mal en su amada librería. A su derecha los mostradores de fantasía y poesía. A su izquierda, consulta. Detrás de él sólo divisó las escaleras del primer piso: artes gráficas, revistas y recuerditos. Sudaba frío.

«Ha de ser una señora, siempre son señoras las que vienen y usan ese perfume y las señoras son amables conmigo y siempre dicen que soy buen muchacho y que ojalá me hubieran conocido hace 60 años». No era una señora. Como en película de terror adolescente, entre Salud y Química surgió una melena café que él conocía tanto, por motosierra tenía una sonrisa de ángeles y sus pómulos eran hermosos.

«Mierda, me hubiera ido a tomar, pero pinche antisocial tenías que venir a ver si encontrabas algo para las vacaciones. Pendejo, si las vacaciones son en tres meses y ni vas a leer, te la pasas en pinche internet todo el día. Corre cabrón, corre como nunca, antes de que te vea y te tomé del ñoño que eres… pero, pero, sí soy un ñoño y no quieres a alguien que no te quiera por cómo eres ¿o sí? sí, la neta sí, igual la quieres, corre, que si te ve…» En ese momento lo vio.

Sus ojos sonríen y se dispone a caminar. hace un movimiento de tomar algo de un estante «¿Libros? si ni lee. Ha de ser algo de su carrera o un regalo ¿será para mi? mi cumpleaños es la próxima semana. A lo mejor se acordó que le regalé un libro cuando fue el suyo, y cuando empezó el semestre, y el que le pidió leer la gorda de su maestra. Oh sí, hermosa diosa de pascua, seguro es eso». Ella se detiene un instante

«¡Ya valió cheto! seguro se dio cuenta que me gusta desde hace 5 años, que siempre sonrío cuando la veo y, sabiendo lo repulsivo, narcisista y presumido que soy, me desdeña». Ella camina hacia él.

«Dios, dios, dios, tus piernas, esculturas que el arte envidia ¿mis ojos te lo dirán? ¿me escucharás si te lo digo? que sueño con tus piernas, que me abrazan, me cubren y vuelven triunfante mi mundo ¿Escucharás que para mi, tú sola presencia es lisonja, que haces parecer a venus un vogón? Si existe un dios, grande y benévolo, debió extinguirse al darlo todo por crearte ¿Será que me sientes?». Lo que siente es su mirada sobre él, sobre sus mejillas ya rojas.

«Tú, tú, en tu magnánima presencia quizá hayas entendido mi corazón que grita tu nombre para no dejarse devorar por la noche. Has sentido mi corazón y el tuyo que oro es, lo ha perdonado y se ha enternecido ante mis vulgares sentimientos».

— ¡Hola, Vania!

«Sabe mi nombre. Sabe mi nombre. Sabe mi nombre. Cuando mi madre lo ideó, lo pensó para que fuera cantado por ángeles. Mi bella, mi talismán, has hecho su sueño realidad, has sellado mi destino. Sonrío, estoy sonriendo ¡Y como no voy a sonreír si me has llamado por mi nombre! Si por siempre, mi nombre en tus labios fuera lo primero que escuchará por las mañanas ¿curaría el cáncer? ¿hallaría la fusión en frió? ¿acabaría con la pobreza? Tonterías, sólo sería feliz y nada importaría. Ni el diario atardecer ni los horrores de la noche.»

—¿Apoco no te acuerdas de mi nombre? Ya, dime cómo andas.

«Se enojó. La cague. Oh desgracia griega. Desearía tener mil ojos más para darlo en tributo a los dioses por salvarme de esta calamidad. Carlos d´Albret ¿crees que tu desgracia en Agincourt fue grande? hubieras de ver la mía, teniendo a mi alcance la cúspide de la evolución y cagandola».

— Bien… este…como…
— Que bueno.

«¡Se alegró! Vania, eres un chingón. La salvaste como nadie, como nadie. Ahora, a por la ofensiva. Si yo hubiera estado en Agincourt, esos ingleses hubieran valido papa»

— Bueno, me voy. Nada más pase a comprar unas cosas que mi novio me encargo.

«La muerte nos acecha y somos sus víctimas, su granja de almas con la que se alimenta. Se ríe de nuestras ilusiones ¿qué son nuestros sentimientos ante la muerte? un néctar dulce y gracioso. Anda parca, sega mi alma, más prometo no encontrarás nada. Mi alma ha muerto, y con ella, mi esperanza».

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