martes, 16 de julio de 2013

Fruits Jokes

Hoy me encuentro con mucho sueño. Igual que ayer, igual que la semana pasada. Igual que casi toda mi vida. Tengo hambre y siento el estómago vacío. No importa cuanta comida o bebida ingiera, no puedo saciar mi hambre. Jugar con mis legos, dibujar o casi cualquier cosa me logra distraer ¿alguna vez les he contado la historia de cómo empecé a leer y a escuchar música siempre que tengo oportunidad? Es por la cabeza, me duele demasiado pensar, me obsesiono con un dato, con una figura o una geometría, la veo, la deshago en mi cabeza, la exploto la convierto, la mutilo, la dejo poseerme... y solo no puedo ir más lejos.

Leer y escuchar música (siempre al mismo tiempo y rara vez solos) me distraen de concentrarme en alguna cosa.

Una ex novia se percató de esto, al menos de manera parcial. Resulta que al ir caminando por el parque o por cualquier lugar, notó que siempre volteaba a los lados cuando una persona pasaba, o que en las peleas podía detenerme a media discusión para contar alguna historia o curiosidad de algún tipo de roca. No lo puedo evitar, lo lamento, pero no ser disperso significa altas dosis de dolor en mi cráneo y no estoy dispuesto a cambiar eso por nada del mundo.

Acabo de recordar la siguiente escena, extraída del baúl de las nostalgias. Me encontraba en la cocina de la ya mencionada ex novia, enseñándole a preparar arroz mientras platicábamos sobre cierta persona muy popular entre nuestro circuló politécnico de bohemios (es decir, chicos del taller de teatro, para no ir más lejos). Debe ser algo ambiental, pero esa persona solo no me cae bien y en ese momento, de la manera más infantil que pude haber hecho y con el único objetivo de poder diferenciarme de alguien a quien no me gustaría parecerme, tome la decisión de contar un chiste.

No cualquier chiste, uno original, uno que nunca nadie haya contado ni vuelva a contar. La idea me enamoro (no tanto como lo estaba de aquella chica, pero ya verán porqué). Busqué por la habitación y recordé esa escena de Pulp Fiction, cuando Mia Wallace le dice a Vincent Vega que alguna vez había actuado para la televisión y le contaba al buen John Travolta un muy mal chiste...

-¿Sabes que le dijo un jitomate a una lechuga?- pregunte
-¿Qué? no, no lo sé.
-Eres muy verde y plana.
-…

Más que Pulp Fiction, la inspiración vino de las verduras que tenía en mis manos. Después de todo ¿qué sería más absurdo y tonto que un dialogo entre verduras? Ella nunca rio de esos chistes, por mucho tiempo fue la única a quién se los contaba pero nunca reía de ellos, finalmete eso me llevo a expandir el mercado de las frutas a nuevas opiniones y creo que fueron bien recibidos por el mundo, en gran parte gracias a ella que hizo buscar mejorar esos chistes (lo acepto, eran muy malos, ahora solo son lo suficientemente malos).

Por cierto ¿sabes que le dijo una pera a una guayaba rosa?

miércoles, 10 de julio de 2013

New times! Romans!

Termine relaciones con mi antiguo empleo. No me satisfacía, no me ofrecía retos, ni crecimiento, ni flexibilidad con la escuela y lo digo en serio, cualquiera de estas cosas me hubiera bastado de pretexto para quedarme a trabajar ahí.

Por suerte y pese a "la situación" (forma en que todo mundo le llama a nuestras a simple vista permanentes condiciones de estar jodidos) encontré un nuevo trabajo que me ofrece retos, crecimiento y flexibilidad.

En realidad, ya me había hecho a la idea de estar todo un semestre sin trabajo. Sonaba bien, pero como dicen, si la vida te da limones...

Hace muchos años, en el viejo blog confesé tener el síndrome del mecánico: me cuesta mucho desprenderme de las cosas. Demasiado. Sin embargo, sé que hice lo correcto porqué en está ocasión no me costo trabajo decir adiós.

Pero ¿saben una cosa? aún tengo miedo porque, por primera vez desde hace mucho, tengo bien claro lo que quiero hacer con mi vida y hasta tengo un plan, pero temo al fracaso o mejor dicho, me tengo miedo a mi mismo, a lo a veces horrible persona que soy.

Solo queda seguir adelante, con la cabeza viendo hacia el piso y el horizonte. recordando las cosas solo por detrás de la cabeza y caminando lento, paso a paso.