lunes, 17 de abril de 2017

Un sueño

Para Nadia Hachu, Lady de Kagar.

Soñé contigo.
Soñé que me desbloqueabas de toda red social y me enviabas una solicitud de amistad. Cosa rara, porque lo usual entre nosotros es mandar un mensaje o dejar que nuestros caminos nos lleven al mismo vagón del metro, al mismo bar o con los mismos amigos.
Es con esa solicitud con la que veo tu rostro a lado de otro rostro que no es tuyo ni mío ni de ningún conocido. Veo por dónde va el asunto, quizá quieras presumir que sí has podido olvidar lo nuestro, que has madurado y que entre nuestras enfermedades, donde la tuya era mas grave, tú te has repuesto mejor.
Y lloró. No mucho porque no mereces más. Pero lloró, y vuelvo a llorar al aceptar y revisar tu perfil, tus fotos, tus recuerdos que no son nuestros.
En ese momento despierto no por dolor, por costumbre, por saber que es una mentira, por que tú no podrías ser capaz de hacerme eso (¿sería yo capaz?). Porque nuestras historias no acabaron cuando nosotros acabó, continuamos creciendo, viviendo, pero en nuestros reencuentros era como si eso fuera otro mundo ajeno a nosotros, historias de alguienes más. Si fuéramos diferentes, no nos querríamos igual.
Alargue mi mano y te encontré en mi celular. La luz azul no me dejaría dormir al igual que ese hueco que dejas en mi vida, no sólo la digital. Vuelvo a acostarme, cierro los ojos e imagino que tengo esta conversación contigo. Imagino tus respuestas, las mías ¿tan así somos de predecibles?
Me pregunto porqué no puedo ver, porqué lo tengo prohibido: en el fondo eres más fuerte que yo. Sonrío y hago como que duermo, cobijado por tus piernas que calientan mi cama con su recuerdo.

domingo, 26 de febrero de 2017

Los antiguos

El silencio de la revolución poco a poco se convierte en festividad y aún no es medio día en San Pedro Ixtepec cuando una orquesta entra a sus terrenos.

-Estoy muerto.

El más anciano de los músicos se detiene para acomodar un banco que lleva en la espalda y dejarse caer en él para besar en la boca a una flauta dulce. No parece importarle el sol que marchita su piel. Usa el peso de sus años, lento, tan lento como el tiempo transcurrido desde la primera vez que vio brillar el cielo para comenzar a componer una canción. Sus acompañantes: Piel de tierra, ojos de noche y miradas de vidas marcadas le acompañan con religiosa fervor.

Conforme el sol se impone y las familias terminan sus obligaciones, éstas comienzan a caminar hacia la estrecha calle para ver a los músicos. Por primera vez en dos años la gente sonríe. Sus rostros no tardan en volver a acostumbrarse al sentimiento. Olvidan la guerra, a los viejos patrones y que los hombres del pueblo podrían estar muertos por un ideal poco entendido. La banda termina su canción y comienza una melodía sobre un coyote enamorado de la luna.

Anochece. Los doce pares de vivos ojos se convierten en noche implorando reposo y se marchan sonrisa en boca, pues notan a un niño de 10 años que sale corriendo a una casa impregnada del olor de su madre muerta de soledad y donde el único recuerdo de tiempos felices es una vieja guitarra que pertenece a su abuelo y que él, el más joven de la familia Charís, decide robar para subir el cerro a cantarle a la luna en un torpe intento de exponer sus pensamientos sobre la guerra y sobre ésta llevándose a su padre y abuelo, sobre la tristeza provocada a su madre que había pasado los últimos dos años en…

-Dame la guitarra- El anciano cara de tierra se encuentra recargado en un árbol de hule con un bastón en su brazo derecho.

El niño intenta esconder su preciado instrumento tras de sí, encarando al viejo.

-Soy sólo un anciano. Músico además. A mi edad sólo los huesos duelen más que escuchar a un niño llorar y torturar a ese pobre instrumento tan bello -El niño se hace consciente de sus lágrimas y limpia su cara-. Dame la guitarra, te mostraré cómo se hace.
El viejo se acerca, paso a paso como un continente que a cada suspiro engrandece su tamaño. El niño siente la única necesidad de golpear al anciano. Quiere huir. Siente un brazo arrebatándole la guitarra. Voltea. Recibe un golpe en la sien. Distingue el olor a ocote.

Lo último que ve en vida es el cuerpo del anciano que ahora pertenece a un niño de su edad. Se acerca. Toma la guitarra. Toca un acorde. Arranca las cuerdas con un cuchillo negro.

Salvador Charís cierra los ojos por última vez mientras es estrangulado.

Es de mañana. Los habitantes de San Pedro Ixtepec encuentran una guitarra sin cuerdas perteneciente a la familia Charís que deciden guardar. La banda de músicos se había marchado.

Pasó una semana y un grupo de mujeres que sale con dirección a la ciudad encuentra al niño e inmediatamente regresan a San Pedro. Comienzan las discusiones sobre el tipo de ceremonia que debe realizarse para el joven Salvador Charís, pues su familia era la única que nunca iba a la iglesia y por tanto no era católica y cualquier otra religión o ceremonia había sido olvidada por todos los pobladores. Todos excepto los Charís.

viernes, 11 de diciembre de 2015

Día 30: Sobre el hielo

Sobre el hielo.


«¿Donde has estado todo este tiempo, mamá? he tenido frío en las manos, en los pies, en los huesos. Deseo tanto que me des un abrazo que simplemente no puedo pedírtelo. No me regañes, es que me da vergüenza pedirlo.

»¿Sabes? la extraño mucho. Nunca la conocí muy bien, incluso ose confesarle mi amor ¿era amor eso, mamá? ¿lo sabes? tú me enseñaste todo lo que sé sobre el amor. Amor a distancia, a cuenta gotas, como la marea, amor por siempre y por unos días ¿Es tan difícil sentir eso?

»Pero en serio, la extraño. No se como explicártelo. Nunca fue como los abrazos que me diste; hablamos a distancia, sin saber cómo era el uno o el otro. Bueno, nos conocíamos en persona y había fotos, pero tú entiendes a lo que me refiero. Nos decíamos cosas que no decíamos a nadie. Sé lo que dirás: eres un buen hombre, sigue adelante, luego me impedirás quedarme días encerrado en casa y doy casi por cierto que me buscarás un empleo. Pero no es esto de lo que te quiero hablar. No es que la extrañe, es que ahí quedó mi corazón.

»¿Recuerdas que me dijiste que antes de morir el abuelo gritaba que tenía frió? fue un paro cardíaco: cuando el corazón deja de bombear sangre las extremidades comienzan a enfriarse. De la sangre surge el calor. Es tan cierto que se da por hecho que las personas frías no tienen corazón.

Ay mamá. La conocí porque buscaba magia en el mundo. Que tonto fui. Siempre que te hablan de magia, hay magia negra, ella tan blanquita e inocente ¿soy un tonto verdad? le creía todo y es que era tan reconfortante su voz, sus ojos, sus palabras.

»Al caminar, a veces veo su peinado de moda y siento como la sangre vuelve a recorrer mis mejillas. Es una farsa, lo sé. Sí, mamá, las mentiras hacen llorar al niño Jesus, pero es Diciembre, aún no nace. Ay mamá, ¿porque no me abrazas?

—Joven ¿quiere que pinte las letras de la tumba?
—No, sólo deme la pintura, yo lo hago.
—Disculpe ¿era su mamá? su bugambilia da bonitas flores en Febrero.
—Es mi madre, aún lo es.

Día 29: Una historia en el espacio

 Campo de Golf Nadia Naul Nerdud

—Eh tú, ni te creas que he perdido porque sea bueno o algo así —Dijo Gonoblin Tantios
—No lo creo camarada, has hecho un gran esfuerzo.
—No me vengas con tu misericordia, es el puto Tee que no se ajusta a las botas de mi mecha y que jode mi swing.
—A mi no me vengas con eso, aquí en el Nadia Naul Nerdud es diferente. Yo te conozco ¿eres de esos que destruían edificios cuando el tiro les salía mal no?

Este argumento, aunque probablemente válido en 90% de las contiendas golfisticas, resulta del todo incómodo. Y es que verán, en el año 2064 la población humana llegó a un máximo, le siguieron 10 años de arduo trabajo para garantizar el acceso a viviendas dignas para todos los habitantes y luego otros 40 de reducción de la población por todos los medios: guerras, xenofobia, preservativos, orgías controladas por el estado, castración racial, pero finalmente, la mejor solución fueron los Robots Waifus.

Esto produjo que hoy en día, año 2150 hubiera decenas de ciudades desiertas y cientos de multimillonarios aficionados al anime, que habían heredado sus fortunas de cuatro generaciones de millonarios que se casaban entre ellos y también eran aficionados al anime. Esta extraña combinación produjo que el Mecha Golf fuera el deporte predilecto de estos nuevos caballeros de la sociedad y que ellos, a su vez, usarán las ciudades desiertas como campos de mini Mecha Golf. El problema fue que según organizaciones humanitarias, muchos de los edificios que eran destruidos por las bolas, eran aún habitados. Así que muchos golfistas eran considerados maníacos homicidas.

—A mi no me hables así ¿sabes quien soy? Soy el puto amo, el señor de todo lo que ves. Soy Gonoblin Tantios.
—Pues mire usted, señor "Gonoblin", mister Tantios no hubiera dado esos golpes de novato. Yo no soy ningún profesional como para poder ganarle a un campeón de la humanidad como el señor Gonoblin. Pero viendo que usted es uno de esos papanatas que busca cualquier pretexto para no aceptar su derrota, me marcho.

Una mano en el hombro de Gonoblin lo detuvo de iniciar una pelea a golpes. Era su hermana, Fedoral.

—No eres malo, eres viejo. Aunque esos sean Mechas de última generación, no será lo mismo. Nunca.
—Pero…
—Puede que estemos en la Luna como si fuera un domingo cualquiera, pero la juventud ya no es un lugar al que puedas pagar para visitar.

Gonoblin asintió y se volteo para abrazarla. Era campeón de Mecha Golf y Mecha Crikett, acostumbrado a ser reconocido por todos en todos lados, a ser el centro de un movimiento pro humanidad. Pero eso ya había quedado en el pasado. Había que aceptar que aún en el futuro, el futuro de todos es el mismo.

jueves, 10 de diciembre de 2015

Día 28: Historia en un barco. Pasado, presente y futuro

Fatuo


No recordaba hacía cuánto tiempo que fue su primer borrachera, pero poseía apenas unos relámpagos de ella. Tendría unos trece o catorce años entonces. Era un cuarto de concreto, eso sí. Había Ska y el hermano de su amiga, que llevaba varios días de fiesta, no dejaba de insinuarsele. Se ve a sí misma durmiendo en el sofá, luego despertando al sentir en sus rodillas las caricias y el aliento de aquel hombre. Vaya, en ese momento creía que ese era un hombre, tendría diecisiete como mucho y todos creían que era gay. Igual se despertó, le dio un beso más fugaz que el día, se despidió de su amiga que ya amedrentaba a su hermano y marchó a casa. Su casa eran dos habitaciones de ladrillo rojo. El baño era una esquina separada por cortinas y como único mueble, un gran agujero en el piso. Al otro extremo, la cocina con parrilla eléctrica y trastes de plástico.

¿Hacía 10 años de eso? ¿A quién le importa? Luego vinieron más y mejores: bailes inmensos en habitaciones oscuras; ácidos que le hacían sentir el sol en su piel; polvos que le provocaban volver a saborear los dulces de la infancia. Pero al final, era el alcohol lo que la seducía entonces y ahora. El alcohol y una fiesta.


Ahora, se encuentra en un nuevo hogar. No sabe si en las paredes hay cemento, ladrillos rojos o una eterna oscuridad: sólo ve ropa colgada. Se ha entretenido pensando que la limpia es suya y la demás es de cualquier otra persona. Da un último trago a la botella de plástico que sin aportar mucho a la boca es vaciada. Se acuesta pero siente que vuela y prefiere sentarse. No lleva pantalones, mierda ¿donde los deje? ¡ah! llevo falda. Se arregla la falda y esta vez queda pegada al piso al acostarse.

Sueña con darle la mano a su papá ¿dónde estará ahora? Borracho, supone. Caminar descalza por el pasto y volver a sentir el sol en la piel hasta que sus ojos no puedan aguantarlo más. Desea que alguien llegue le abrigue del sol con un beso. Alguien preferentemente sin olor a alcohol y fiesta. Sueña con dejarse caer al pasto y nadar en él. Lo haré, lo haré, lo haré. Te llame Abril porque era mi mes favorito, le dice su padre, pero ahora no sabes qué es un mes ¿o sí?

Despierta y decide morir. Muchos lo han hecho y ya es considerada una acción muy racional. Sale de aquel cuarto para entrar en uno más largo con puertas a otros cuartos desde donde escucha fiestas con la música muy alto y bebés llorando aún más alto. Ve a una pareja besarse y los saluda. Me voy a morir ¡felicidades por la decisión! ¡gracias!

Cuarto tras cuarto vaga por todo el lugar. Cuando llega al más grande cuarto que hay por ahí, ya se encuentra sombría y el olor le hace dar un paso atrás. Recuerda su sueño y da dos al frente. La escotilla apesta casi tanto como el aire. Se deja caer.

Cuando ella toque el antiguo mar sentirá el abrazo de las algas, como pasto seco,  acariciando sus mejillas. Cuando reaccione medio asfixiada, notará que el agua ahí es gelatinosa, dará patadas para salir a la superficie y lo último que verá será un fuego fatuo indicando dónde ha quedado su cuerpo. Entonces, su padre le dará la mano y la invita a subir, para ver cómo se consume aquel fuego de metano en su honor. Sentirá como un sol quemando su piel ¿Fuiste feliz? no, entonces estamos mejor. Y se alegrará de saber que no está sola.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Día 27: escribe una historia que ocurra durante un evento deportivo

Es difícil morir, por mucho vino que uno lleve encima

Hoy sucedió un hecho que para la mayoría de las personas pasó inadvertido. Sólo unos cuantos pudieron presenciarlo, de ellos sólo un puñado lo recordará mañana, y sólo algunos que son contados con los dedos de una mano, entenderán la gravedad del acontecimiento.

Verán, queridos lectores, que se debe reconstruir el hecho. El campeonato de ciclismo urbano fue celebrado el día de hoy: 100km de fiesta sustentable, baches y concursos de sobrevivir entre el transporte público. Los participantes (mil quinientos, aproximadamente). Supuestamente daría inicio a las 8 de la mañana, pero ninguno de los participantes pudo llegar antes de las 12 a la zona norte de la ciudad, donde estaba la salida. Muchos de ellos en su previa preparación espiritual decidieron inhalar un poco de cannabis o perderse en algún rincón de la ciudad. No pudiendo llegar a un cuórum, las 20 personas (todas oriundas del norte) que ahí se encontraban decidieron marcharse: 10 para las tierras del oeste, 5 para el este, 4 al norte y uno al sur.

Ese uno, ya habiendo recorrido una decena de kilómetros, decidió no dejarse llevar por faltistas y altaneros, poco responsables y deshonestos organizadores de fiestas, así que dedicó el resto de su día a vagar por el poco explorado norte de la ciudad. Y es que, cabe aclarar, nadie quiere el norte: en el sur se encuentra la dignidad, el progreso, lo mejor de la humanidad, el norte es para ignorar.

Como suele suceder en esta época del año, en esta latitud, cayó un chubasco lleno de vendavales y nortes.

Ahí, bajo un puente, con los dedos engarrotados, las muñecas hinchadas y los pies dos veces más pesados por el agua de cañería, un otrora feliz concursante. Antes de la lluvia, sus piernas ya sentían el kilometraje, por fortuna ahora no las sentía. Con su mente de corredor urbano, cálculo estar a unos 10 kilómetros de su casa. No es mucho, pensó, menos de una hora, quizá hasta 30 minutos. Su frialdad cálculo también que la lluvia tardaría sólo un rato más. Se equivocó en todo.

500 metros luego de salir del puente, en medio de un charco de agua lodosa y asfalto, su cadena estallá. El dolor de sus piernas renace cuando sus espinillas entran de lleno en el agua. Corre a esconderse bajo un plástico que sirve de techo a un comerciante que ha huído a algún cálido hogar. No decide que es peor, la ausencia de sus refacciones, el peso de su mochila escolar o que la lluvia arrecia. Camina bajo la lluvia y esperando reducir la posibilidad de ser asaltado, camina por la ciclovía improvisada junto a las vías de un metro que avanza despacio.

A partir de aquí, queridos lectores, no se puede decir más que especulaciones. En lo personal, me he entretenido toda la tarde imaginando que las personas que lo vieron sabían que su bicicleta estaba averiada, que algunos sintieron piedad, que otros se rieron de su suerte. Me pregunto si esas personas comprendieron que ahí estaba un hombre peleando contra una suerte maldita. Luchando contra sus músculos contraídos ¿Alguno de ellos habrá escuchado que tarareaba Season In The Sun?

Imaginen el mundo que alguno de ellos, observadores audaces, hace: un hombre caminando bajo la lluvia, cargando una mochila llena de malas decisiones que lo han hecho negar su vehículo; un hombre caminando bajo la lluvia, sonriendo a un dios que lo pone a prueba; un hombre caminando bajo la lluvia que sabe que pronto llegará a casa; un hombre bajo la lluvia que canta; un hombre enloquecido bajo la lluvia; la lluvia golpeando el orgullo de un hombre; un hombre buscando una luz al final del camino.

En algún momento de la tarde, la lluvia para y da paso a la absoluta oscuridad y los intermitentes relámpagos del metro y bocinas de carros. Un fantasma se asoma a la calidez de las personas; calcula una hora más caminando. Tarda tres.

martes, 8 de diciembre de 2015

Día 26: Escribe sobre la 30va fotografía en tu celular

Eduardo Coronel Garcilaso



Las noches, para muchos, son ese momento en que pueden descansar del mundo, de sus traiciones y humores. Darse un oasis de seguridad en sus sueños, un tiempo de completa soledad donde no había falta pensar en la inutilidad de la vida o esperando ser útil para la vida. No es el caso del Coronel Eduardo Coronel Garcilaso.

Siendo un virtuoso del submarino, del agua arbonatada, diodos, bisturís, golpes y demás felaciones, a todos parecía natural que alguien tan normal como él tuviera remordimientos por sus víctimas, o al menos pesadillas llenas de culpa; las enormes bolsas moradas bajo sus ojos indican que así debía ser, pero no es el caso. Coronel ha tenido los mismos sueños desde antes de enrolarse a la academia militar.

Cuando adolescente, al igual que sus actuales compañeros de juerga, creía que esos sueños eran la demostración inconsciente de alguna culpa reprimida; leyó todos los libros que halló sobre psicoanálisis, consulto a tarotistas y adivinos, recurrió incluso al padre de la iglesia pentecostés, pues tenía pena de contarle sus sueños al padre que le había dado bautizo y comunión. Así pues, tuvo que reconocer que al inicio de su temprana infancia debió ser una terrible persona; torturar y quemar gatos vivos, aunque le parecía una obscenidad, de acuerdo a los discípulos de Freud era una causa muy probable de sus pesadillas. De esta forma, el adolescente Coronel decidió que tenía culpas de la infancia y que no había otro remedio que tener culpas en el futuro. Así al menos la pesadillas valdrían la pena y obraría en la misma causa que acogía su alma.

Ya enrolado en el ejército, el joven Eduardo decide revelar sus sueños de mareas rojas y octópodos a su enamorada, Fátima Piedad Carmona. Ésta, horrorizada como humana consagrada a la ayuda de los demás (es enferma) pero extasiada por la estupidez resultado de un enamoramiento fugaz y primerizo, decide abandonarlo todo y casarse con él. Usted sabe, para ayudarlo a cargar el peso de una vida de penas.

Siempre que Coronel tiene a un pobre hombre enfrente (todo hombre es de espíritu pobre, gran aprendizaje que al joven Eduardo le enseñan en el catecismo), el Coronel dispara sin piedad, dividiendo su pensamiento en dos: el uno que ha decidido que ese es el camino que el señor le ha dado y que debe seguir como orden de nuestro santo padre, y el segundo que quiere vomitar. Esta frialdad en batalla lo hace merecedor de medallas y condecoraciones que no hacen sino confirmar su vocación.

Eduardo Coronel, ya siendo Coronel, es designado por dedazo del señor presidente, conocido suyo de la academia militar, al mando de la región 4 del máximo batallón de inteligencia del ejército nacional. O lo mismo: el hijo de puta encargado de los interrogatorios, cargo que ejerce con gran diligencia y poco placer. Sus colegas creen que su corazón frió lo ha hecho el hombre al que incluso sus hijos temen, pero es una vida de hijo de puta el que lo ha convertido en un hijo de puta.

Por las noches sueña con el pulpo. No importa que desnuda en su lecho duerme su esposa Fátima o a alguna otra diligente mujer que desea ver a su liberal esposo liberado. Sueña que cada ventosa del pulpo es una boca que chupa sus pómulos y machaca sus testículos, que los tentáculos entran por su boca y oídos, que de la boca del animal sale un falo que lo sodomiza. No importa, se ha acostumbrado tanto al sueño que incluso el pulpo y el calamar son sus alimentos favoritos y ha usado su sueño como inspiración para innovar en su trabajo. Le llaman artista.

Un día, en medio de una sesión donde a un infeliz le pregunta por nombres y direcciones mientras unos guardias usan palos contra la esposa del diablo aquél, es el Coronel y no éste quien se desmaya. Lo veía venir, cada día le da más asco aquel trabajo e incluso piensa en el retiro. Eduardo Coronel vuelve en sí en un hospital, tres meses después. No ha tenido el sueño. Frente a él, unas radiografías de su cráneo muestran un rostro justo en su coronilla. Usted tenía un hermano gemelo, escucha decir al doctor luego de un rato, siempre vivió con usted ¿nunca sintió algún malestar? No, jamás.

Dos semanas después, Coronel vuelve a casa acompañado de esposa e hijos. Ahí lo esperan amigos y regalos. Una nota de su compadre, el señor presidente, dice en letra clara y romántica que casi se regresa de las naciones unidas al saber que su íntimo amigo estaba en el quirófano. Putita cabrona, ríe entre dientes el Coronel. Festeja y contra la indicación del doctor, bebe hasta quedar dormido en su sofá.

Esa noche tampoco sueña. Sonríe al despertar, al ponerse su traje y al llegar a su trabajo. Le sonríe y da los buenos días a un pobre diablo llamado Juan Ramirez. Se entera que tiene esposa e hija. Tiene asco, pero recuerda que lleva casi tres meses sin ver a su amigo el pulpo amarrado entre sus piernas y que ha matado a su hermano.

— Mirá cómo es un hombre, Juanito—le dice a Juan antes de obligarlo a ver como viola a la mujeres.

Pulpo Sodomizando a Hombre, de Francisco Toledo
De la exposición “Duelo” de Francisco Toledo, en el MAM