jueves, 10 de diciembre de 2015

Día 28: Historia en un barco. Pasado, presente y futuro

Fatuo


No recordaba hacía cuánto tiempo que fue su primer borrachera, pero poseía apenas unos relámpagos de ella. Tendría unos trece o catorce años entonces. Era un cuarto de concreto, eso sí. Había Ska y el hermano de su amiga, que llevaba varios días de fiesta, no dejaba de insinuarsele. Se ve a sí misma durmiendo en el sofá, luego despertando al sentir en sus rodillas las caricias y el aliento de aquel hombre. Vaya, en ese momento creía que ese era un hombre, tendría diecisiete como mucho y todos creían que era gay. Igual se despertó, le dio un beso más fugaz que el día, se despidió de su amiga que ya amedrentaba a su hermano y marchó a casa. Su casa eran dos habitaciones de ladrillo rojo. El baño era una esquina separada por cortinas y como único mueble, un gran agujero en el piso. Al otro extremo, la cocina con parrilla eléctrica y trastes de plástico.

¿Hacía 10 años de eso? ¿A quién le importa? Luego vinieron más y mejores: bailes inmensos en habitaciones oscuras; ácidos que le hacían sentir el sol en su piel; polvos que le provocaban volver a saborear los dulces de la infancia. Pero al final, era el alcohol lo que la seducía entonces y ahora. El alcohol y una fiesta.


Ahora, se encuentra en un nuevo hogar. No sabe si en las paredes hay cemento, ladrillos rojos o una eterna oscuridad: sólo ve ropa colgada. Se ha entretenido pensando que la limpia es suya y la demás es de cualquier otra persona. Da un último trago a la botella de plástico que sin aportar mucho a la boca es vaciada. Se acuesta pero siente que vuela y prefiere sentarse. No lleva pantalones, mierda ¿donde los deje? ¡ah! llevo falda. Se arregla la falda y esta vez queda pegada al piso al acostarse.

Sueña con darle la mano a su papá ¿dónde estará ahora? Borracho, supone. Caminar descalza por el pasto y volver a sentir el sol en la piel hasta que sus ojos no puedan aguantarlo más. Desea que alguien llegue le abrigue del sol con un beso. Alguien preferentemente sin olor a alcohol y fiesta. Sueña con dejarse caer al pasto y nadar en él. Lo haré, lo haré, lo haré. Te llame Abril porque era mi mes favorito, le dice su padre, pero ahora no sabes qué es un mes ¿o sí?

Despierta y decide morir. Muchos lo han hecho y ya es considerada una acción muy racional. Sale de aquel cuarto para entrar en uno más largo con puertas a otros cuartos desde donde escucha fiestas con la música muy alto y bebés llorando aún más alto. Ve a una pareja besarse y los saluda. Me voy a morir ¡felicidades por la decisión! ¡gracias!

Cuarto tras cuarto vaga por todo el lugar. Cuando llega al más grande cuarto que hay por ahí, ya se encuentra sombría y el olor le hace dar un paso atrás. Recuerda su sueño y da dos al frente. La escotilla apesta casi tanto como el aire. Se deja caer.

Cuando ella toque el antiguo mar sentirá el abrazo de las algas, como pasto seco,  acariciando sus mejillas. Cuando reaccione medio asfixiada, notará que el agua ahí es gelatinosa, dará patadas para salir a la superficie y lo último que verá será un fuego fatuo indicando dónde ha quedado su cuerpo. Entonces, su padre le dará la mano y la invita a subir, para ver cómo se consume aquel fuego de metano en su honor. Sentirá como un sol quemando su piel ¿Fuiste feliz? no, entonces estamos mejor. Y se alegrará de saber que no está sola.

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