jueves, 3 de diciembre de 2015

Día 22: escribe sobre un sueño

La lluvia


El hambre que sentía le recordaba el pacto que había hecho. Fue mi mejor amiga, un fantasma de la sociedad que me encontró ¿qué habría sido de la ciudad sin ella? ¿qué habría sido de mí?

Tardé toda la tarde en sacar su cuerpo de la funeraria. Un par de horas en preparar la tina, sobornar para abrir puertas y sobornar para olvidar rostros. Nadie debe saber que estoy aquí. La planta de reciclaje lleva sólo 10 años funcionando, dando agua fresca a la nuestra y otras 5 ciudades del estado. Fue la primera, fue la mejor. Aunque soy sólo una burócrata más, creen que yo fui quien descubrió el secreto ¿realmente se puede descubrir el progreso? al igual que ella, el progreso me encontró.

Mientras bajo escaleras y me quito los tacones y ropa de luto, voy recordando la tarde que encontré los planos. Me gradué en química y me costo entenderlos, pero la verdad estaba ahí: el biorreactor, las dimensiones precisas: todo. "Anónimo", decía el nombre del autor. Hice correcciones y fue cuando la conocí. Me agradeció algunas, me llamo genio, pero en general, pidió que no se modificará.

Llegué. La bóveda estaba a medio kilómetro de profundidad: más profundidad implica que la energía necesaria para subir el agua sería incosteable, menos seria demasiado tóxico para el ambiente. En cada 5 metros de sus casi 500 metros lineales hay aspersores, cada uno deja caer un metro cúbico de agua cada segundo, gota por gota. Literalmente. El piso una reja impide el contacto con una ventosa de ácido que filtra el agua. Más abajo hay un fluido poroso que filtra el ácido y luego vienen las tuberías que devuelven el agua a la superficie.

Ahí era donde los cuerpos convertidos en una pasta café de ácido eran llevados antes de su última parada: todos los vasos de agua de la zona. Las mafias siempre han sido punteras en desaparecer cadáveres y que mejor forma de hacerlo que ahí, en la última forma de recolección de basura.

Respirar era casi imposible y mortal: el ambiente está compuesto un 90% de agua y los pulmones colapsan luego de un rato de respirarlo. Me coloque la máscara de aire y guantes especiales, luego sellé todo mi traje. Volteé a darle un último vistazo. Ahí estaba mi amiga, todavía completa en su ataúd. Siempre la consideré la mejor, aunque los premios fueran míos, el reconocimiento era suyo. La arroje al ácido.

El vapor que desprendía era rápidamente absorbido por el agua del ambiente. Pude ver la tina teñirse de rojo y coágulos desaparecer lentamente. «Adiós, adiós» parecen decirme. De pronto sus brazo con medias carnes y algunos huesos se extienden hacia arriba, luego lo que fue su rostro. Uno, dos, tres pasos atrás me hacen sentirme a salvo. 5 segundos más de vigilancia me devuelven la cordura. «Gases atrapados, reacciones electrónicas que activan nervios, rigor mortis» Puede ser cualquiera de ellas, todas igual de posibles… no importa, no importa.

Uno, dos, tres, cuatro. Uso la tina que llevaba para volver a acostarla. Me arrepiento de no saber si este puto traje es contra el ácido.


Llevo unos minutos sentada, viéndola irse. El frió me devuelve a la vida. Me recuerda mi hambre. Me recuerda que ella se ha ido. Voy regresando a la superficie. La tina se puede quedar ahí. No sería la primera vez que un mafioso lo hace, a nadie le importa realmente: 5 minutos bastan para que la bóveda borre toda huella dejada.

Una, dos cuartos de control después, noto que el casco no estaba del todo sellado: mis mejillas están mojadas.

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