Es difícil morir, por mucho vino que uno lleve encima
Hoy sucedió un hecho que para la mayoría de las personas pasó inadvertido. Sólo unos cuantos pudieron presenciarlo, de ellos sólo un puñado lo recordará mañana, y sólo algunos que son contados con los dedos de una mano, entenderán la gravedad del acontecimiento.Verán, queridos lectores, que se debe reconstruir el hecho. El campeonato de ciclismo urbano fue celebrado el día de hoy: 100km de fiesta sustentable, baches y concursos de sobrevivir entre el transporte público. Los participantes (mil quinientos, aproximadamente). Supuestamente daría inicio a las 8 de la mañana, pero ninguno de los participantes pudo llegar antes de las 12 a la zona norte de la ciudad, donde estaba la salida. Muchos de ellos en su previa preparación espiritual decidieron inhalar un poco de cannabis o perderse en algún rincón de la ciudad. No pudiendo llegar a un cuórum, las 20 personas (todas oriundas del norte) que ahí se encontraban decidieron marcharse: 10 para las tierras del oeste, 5 para el este, 4 al norte y uno al sur.
Ese uno, ya habiendo recorrido una decena de kilómetros, decidió no dejarse llevar por faltistas y altaneros, poco responsables y deshonestos organizadores de fiestas, así que dedicó el resto de su día a vagar por el poco explorado norte de la ciudad. Y es que, cabe aclarar, nadie quiere el norte: en el sur se encuentra la dignidad, el progreso, lo mejor de la humanidad, el norte es para ignorar.
Como suele suceder en esta época del año, en esta latitud, cayó un chubasco lleno de vendavales y nortes.
Ahí, bajo un puente, con los dedos engarrotados, las muñecas hinchadas y los pies dos veces más pesados por el agua de cañería, un otrora feliz concursante. Antes de la lluvia, sus piernas ya sentían el kilometraje, por fortuna ahora no las sentía. Con su mente de corredor urbano, cálculo estar a unos 10 kilómetros de su casa. No es mucho, pensó, menos de una hora, quizá hasta 30 minutos. Su frialdad cálculo también que la lluvia tardaría sólo un rato más. Se equivocó en todo.
500 metros luego de salir del puente, en medio de un charco de agua lodosa y asfalto, su cadena estallá. El dolor de sus piernas renace cuando sus espinillas entran de lleno en el agua. Corre a esconderse bajo un plástico que sirve de techo a un comerciante que ha huído a algún cálido hogar. No decide que es peor, la ausencia de sus refacciones, el peso de su mochila escolar o que la lluvia arrecia. Camina bajo la lluvia y esperando reducir la posibilidad de ser asaltado, camina por la ciclovía improvisada junto a las vías de un metro que avanza despacio.
A partir de aquí, queridos lectores, no se puede decir más que especulaciones. En lo personal, me he entretenido toda la tarde imaginando que las personas que lo vieron sabían que su bicicleta estaba averiada, que algunos sintieron piedad, que otros se rieron de su suerte. Me pregunto si esas personas comprendieron que ahí estaba un hombre peleando contra una suerte maldita. Luchando contra sus músculos contraídos ¿Alguno de ellos habrá escuchado que tarareaba Season In The Sun?
Imaginen el mundo que alguno de ellos, observadores audaces, hace: un hombre caminando bajo la lluvia, cargando una mochila llena de malas decisiones que lo han hecho negar su vehículo; un hombre caminando bajo la lluvia, sonriendo a un dios que lo pone a prueba; un hombre caminando bajo la lluvia que sabe que pronto llegará a casa; un hombre bajo la lluvia que canta; un hombre enloquecido bajo la lluvia; la lluvia golpeando el orgullo de un hombre; un hombre buscando una luz al final del camino.
En algún momento de la tarde, la lluvia para y da paso a la absoluta oscuridad y los intermitentes relámpagos del metro y bocinas de carros. Un fantasma se asoma a la calidez de las personas; calcula una hora más caminando. Tarda tres.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario