domingo, 17 de marzo de 2013

Say "I Love You" is a horrible mistake


Decir “Te amo” es un error. Es una palabra difícil o mejor dicho es un reality check: una bofetada de realidad que poco a poco se asoma, un buen resumen del mundo en qué vivimos. Vaya, es una muestra de lo que debemos tolerar y aceptar del mundo.

Quiero decir esto: hay personas que creen que tener sexo es amar. Otras, dicen esas palabras como una reacción reflejo de hallarse en una situación que pueda ser minimamente relacionada con alguna película, novela, etc.

Me alegro mucho por esas personas, al menos tienen una definición para la palabra “amor” y el valor de transformar ese sueño en un “te amo”. Yo no puedo, quisiera poder decir que nunca he podido pero no es así. Tenía una definición propia de eso. La perdí, aunque quisiera poder decir, libre de toda duda, que en lugar de perderla re definí con una realidad que tuve la gran oportunidad de haber vivido.

Esa realidad fue enfrentarme a dos definiciones muy diferentes de amar.

Quisiera entender el mecanismo no determinista que provoca poca conexión entre los departamentos del lenguaje hablado y escrito y el de las acciones. Ambos están en nuestra cabeza, relativamente cerca (lo digo porque apuesto que si pudiéramos medir la distancia discreta del grafo de conexiones, estarían sumamente alejadas las neuronas de uno y otro departamento).

No lo sé, ahora mismo tengo un trauma con las gentes que hablan demasiado y poseen tendencias de políticos y abogados. Como dicen por ahí “la política es la ciencia de tomar un mal argumento y convertirlo en un argumento majestuoso” y el clásico de la abogacía “tomar un argumento y hacerlo ver tan verdadero que nadie deba investigar la verdad”.

Estoy divagando mucho. Hablo de una persona en especial a quien le agradezco haberme mostrado lo gacho de las gentes: son mentirosas, son poco confiables, son criticonas, te decepcionan, nunca valoran tu trabajo, etc.

Herman Hesse decía algo muy cierto: odiamos de las personas lo que odiamos de nosotros mismos. Vale, no me voy a engañar, también soy así, también doy asco y odio eso. Odio muchas cosas que hay en mí. No tengo consuelo: la mayoría de las cosas, buenas o malas, las provoque yo, pero tampoco me voy a hundir en mi puta cama para huir de esas cosas ni tampoco saldré a presumirlas al mundo… bueno, no siempre, hay cosas que ameritan eso.

Cómo les decía, decir “Te amo” es un error. No siempre, hay personas que encontrarán la pintura de su definición de amor proyectada en alguna persona. Pero actualmente poseo cierta certidumbre al respecto: para los que perdimos o mutamos o solo no tenemos en claro una definición de la muerte hecha frase, decir “Te amo” es un error, uno muy egoísta y estúpido, porque casi no importará la situación, solo puedes estar seguro de que alguien estará terriblemente lastimado. Si puedes vivir con eso te admiro, yo no puedo, y no poder me ha hecho cometer grande y miserables errores.

lunes, 11 de marzo de 2013

El Pais de Ayer

Si prescindimos del sistema arábico, sesenta mil parece poco. ¿Y si agregamos sesenta mil muertos a fuego cruzado, más los que no conocemos, menos los que no era de por aquí, todo multiplicado por la cantidad de hermanos, padres, hijos y un largo etcétera? Sigue sin convertirse en un gran número.

En realidad somos unos ciento diez millones de almas, menos sesenta mil, llegamos a alrededor de unos ciento nueve millones novecientos cuarenta mil, más los que vienen, menos los que se fueron paz, más los amigos que vienen de lejos. Seguimos siendo más los vivos.

Hace cuarenta y cinco años ¿cayeron mil? ¿Dos mil? Tres años más tarde ¿otros mil? Más los desaparecidos, menos los que se fueron a voluntad, menos los que nunca más salieron de casa. Pero seguimos y seguiremos vivos.

Hace quinientos años si qué cayeron ¿Cuántos? ¿Tres millones? Trecientos años más tarde, tal vez fueron cinco millones, más otros tantos millones que se fueron de a poco.

Pero, recorro la ciudad de los palacios de cristal. Ya solo hay obsidiana.

Aunque somos más, quienes no están, ellos se ven mejor. Sus susurros ya no vienen por la noche, se asoman por televisión, se asoman en las letras de canciones viejas y novelas apolilladas.

Pero recuerdo a mi abuelo.

Mi abuelo aún vive, sin cadera, con menos de los tal vez trecientos huesos que debería tener y más dolor del que merece. Pero aún sonríe, aún me da consejos y aún tiene tiempo para pedirme cuidado y exigirme valor ante la vida. Cuando le pregunto por los muertos me responde: “Cuando vengan, cuídalos. Cuando los necesites, recuérdalos”.

Aún sin tierra que trabajar, él trabajo muchos años, cuando otros fallecieron él continuó. Incluso, cuando una pared se le cayó encima, diez tortillas más un pulque lo hicieron levantar su pared y terminar su casa, la misma casa que seguirá ahí cuando recordar sus palabras no baste para estar con él.

jueves, 7 de marzo de 2013

Neural Oblivion

El otro día me imagine una historia sobre una droga que borraba las asociaciones neuronales.

Al principio, el Oblivion-50 no tenía aplicaciones fuera de los campos de concentración, donde en dosis pequeñas resultaba un castigo y una amenaza latente para cualquier individuo que conociera sus permanentes efectos.

Así pues, me imagine a un hombre en posición fetal. Su nombre se había ido y el lenguaje comenzaba a irse también. Era una escena que comenzaba a volverse sepia.

Al ver el catre donde esta recostado, comienza a derretirse como si una goma con la dureza de un crayón lo estuviera eliminando de la faz. Los Dos y los Res que salen de una radio se trasforman en meros zumbidos, piensa en cerrar los ojos y taparse los oídos pero las palabras ojo y oído ahora carecen de sentido, sin embargo el instinto que adquirió tras el accidente automovilístico donde murió su madre cuando era apenas un niño aún es tan fuerte como para obligarlo a cerrar los ojos y tapar sus oídos justo antes de olvidar la existencia de toda madre, de toda infancia y de todo carro.

Grita con toda su fuerza pero olvida como tensar el diafragma. Cierra la boca solo para dar un último sorbo de saliva antes de percatarse que no sabía si era bueno o era malo que la saliva estuviera ahí.

La temperatura aumenta intencionalmente hasta los treinta y ocho punto cinco grados centígrados. Patalea cada vez con menos precisión. Sonríe. Llora. Sonríe. Llora. Tiene hambre. Llora. Sonreír carece de sentido y propósito. Llora. Llora. Tiene mucha hambre y su entre pierna apesta a excremento.

Se recuesta en posición fetal. Al poco rato, un hombre entra a la celda y coloca una cobija mojada sobre él.

Durante dos días un conserje le limpia los residuos orgánicos. La habitación es enfriada a dieciocho grados centígrados. Dos hombres entran a esa burla de útero y lo cargan hasta la pared donde es sujetado firmemente y una maquina lo alimenta. Justo debajo hay una coladera que drena el agua usada para bañarlo. Al frente hay una pantalla encendida a perpetuidad con personas conversando sobre comida, trabajo y todas esas cosas que próximamente tendrán un significado muy parecido al que en un pasado tuvieron, con pequeñas e institucionales diferencias.

Ya no tendrá esposa ni madre. Pero sí hijos y hermanos. Carecerá de moral religiosa porque será introducido en una ciudad donde ser religioso es poco menos que ser suicida y su instinto de sobrevivencia le pedirá que también odie a los religiosos.

Aunque el Oblivion-50 distaba de ser tan perfecta como para eliminar todos los recuerdos, al menos dejaba solo aquellos que no eran peligrosos.

Años después el Oblivion-50 fue mejorado al Oblivion-R, una droga socialmente aceptada y con una amplia distribución entre intelectuales deseos de aprender nuevos idiomas, bajo el viejo argumento de “olvida algo para aprender algo”.

Nunca fue pensada como una droga de uso recreativo, pero a muchas personas no les importó el costo de los recuerdos que implicaba su uso, pues decían “somos libres de arrojar al basurero un recuerdo que me duele” sin nunca poder recordar si solo los malos recuerdos se habían ido.

miércoles, 6 de marzo de 2013

One Week in a Nutshell


Ha pasado ya bastante tiempo desde la última publicación. En mi defensa diré “no deje de escribir y tengo varios borradores no cuajados”, aunque realmente no tuve tiempo para revisar otras ideas que tenía en mente. Pero aquí estoy, intentando escribir sobre una semana en la vida.

Toda esta odisea comenzó con mi bicicleta arreglada y una fiesta de cumpleaños. Por esas fechas (hace exactos 9 días) me encontraba triste porque alguien a quien quiero mucho me había pedido de la manera menos amable (es decir, no me lo pidió, paso varios días con indirectas y malos tratos hasta que finalmente descifre sus oscuros deseos) abandonar todo intento por mantener contacto con ella ¿Parezco un acosador? Sí tal vez, pero este no fue el caso. Sin más remedio, accedí a la petición.

Como les decía, me encontraba triste, había una fiesta y una bicicleta con menos de 10km de uso, entonces decidí partir en plan aventurero a repartir pedaleos  desde Ecatepec hasta Reforma. La ruta que google maps me planteo fue de 21 kilómetros, que a unos 15 kilómetros por hora, se debería hacer más o menos una hora y veinte minutos, sin embargo termine el trayecto en una hora con cuarenta minutos.

Salí más o menos a la una con quince, a pleno sol y con medio litro de agua. Termine cansado y sudado pero sin sueño, bastante fresco y motivado por haber cumplido un reto personal que había puesto desde hace varios años. Además, al fin pude tomar el sol: mi piel ahora tiene un saludable color piloncillo (mi color natural de piel) en lugar de un enfermizo gris rata.

Pensando en mi protección personal (no tengo casco, ni luces y mi ropa no es exactamente llamativa en la noche) ese día preferí dejar mi bici en la casa donde me encontraba, así el día siguiente podía volver por ella y visitar Museo Nacional de Arte (de mis museos favoritos… aunque no soy muy letrado en el lenguaje pictórico disfruto mucho viendo los colores) y a la feria del libro en el palacio de minería.

No me sentía adolorido, pero si hondamente fatigado. Al parecer la cantidad de vitaminas y electrolitos que liberas al mundo a través del sudor es bastante alta, entonces tuve que modificar la dieta semanal a mas proteínas y frutas para compensar el esfuerzo (si salió en Breaking Bad, entonces debe ser cierto).

No fui a correr en la semana, pero el martes (no fui a trabajar porque tenía que estar temprano una en la escuela) tome una gran decisión: ir a la escuela en bici, descansar todo el día y luego ir a la salida nocturna en bicicleta que organizo el bosque de Aragón.

No sé muy bien cuantos fueron en total, pero calculo unos 60 kilómetros. Victor un ciclista entusiasta me dijo casi 10 minutos después de conocernos  en la rodada nocturna (por cierto, la luna en medio del bosque a oscuras resultó una delicia) que no se debe hacer tanto esfuerzo sin estar acostumbrado a la usar la bicicleta, ni andar por ahí sin casco, ni luces y sin haber tomado clases de ciclismo urbano… un regaño bastante válido que ha pesado sobre mi conciencia desde ese día.

Durante algunos días sentí bastante sed, por la cantidad de sudor transpirado ese día supongo, y bastante sueño, ocasionado por el desgaste energético y electrolítico del cuerpo (vaya, es super fácil hacer como que uno sabe qué dice). Todo parece indicar que aún tengo un cuerpo sedentario.

Aunque el estrés físico puede llegar a ser bastante beneficioso: al día siguiente (miércoles) encontré la solución a un problema relacionado con mi tesis/trabajo terminal. Como bien me dijeron una vez “cuando alguien ya lo hizo, ya todo parece fácil” y justo eso paso. Pero no quiero entrar en detalles (por ahora), mejor continúo con mi relato.

Jueves-Aburrido y nada interesante pasa en jueves.

Viernes: foto de generación, estaba emocionado, hace 4 años entre a la escuela superior y ya cuento los días (aunque todavía sean meses) para terminar. Fue excitante ver a tantas personas que aprecio y admiro el mismo día, todos emocionados por igual ante algo que parece tan insignificante como una fotografía. El único pero que podría decir fui yo: todo mundo iba de traje completo y yo solo llevaba camisa, pantalón y botas más bien informales.

El fin de semana lo pude usar para leer un poco, relajarme, comer bien, dormir bien, terminar la primera temporada de How I Meet Your Mother y ponerme un poco paranoico con el futuro.