martes, 1 de enero de 2013

The Same Old Story

Hace 5 años que empecé a publicar un blog y hace alrededor de dos años deje de escribir de manera frecuente en él. Razones me sobran para haberlo dejado, la principal es que luego de 5 años uno cambia. El tiempo te cambia, te erosiona en lugar de pulirte y parafraseando a Quentin Tarantino, te amargas como el vinagre en lugar de endulzarte como el vino.

Pero ¿porque volver a hacer un blog?

Vaya, pues lo ideales que perseguía el blog pasado ya no son válidos para mi forma de pensar. Además esta vez, esto es personal. Me he llenado de deseos, de cuentos y bastantes chistes, pero sobre todo deseo ser sincero conmigo mismo y deseo poder decir con palabras todo lo que siempre callo.

Special Day

31 de diciembre de 2012, a una hora de que el huso horario +13 de una renovada vuelta por el eje solar, convergen varios pensamientos en mi cabeza. Como no puede ser de otra manera, uno de ellos es de tristeza por el año que se fue, por el coloquialmente llamado “hubiera es igual a que pendejo soy”, pues debí hacer muchas cosas diferentes, cosas que ahora mismo me tendrían más calmado.
La verdad, me siento fulminado, cual combi hippie sin hippies, sin pinturas y sin gasolina para viajar. Por muchos años, varias depresiones que sucedieron en mi personalidad, ocasionadas o no por ese coctel llamado adolescencia, fueron ese combustible para seguir adelante. No sé, quizá he madurado, pero ya no puedo hacer eso, al contrario, me pesa, me asfixia saber lo verdaderamente tonto que llegué a ser, el resultado: estoy deprimido.

Lo acepto, es patético. No me agrada. Al principio de la negación busqué otras posibilidades a mis síntomas: cansancio, falta de alegría por la vida, ausencia de sueño y apetito, aumento de peso, una crisis que me obligo a ver un maratón de películas de terror y luego una crisis que me hizo ver toda la sección “comedia romántica” de Netflix. Un candidato fue la falta de azúcar. Ya me ha pasado pues soy propenso a no comer azucares más que en frutas. Es bien sabido (y sí no, para eso está Wikipedia y la NIH). Lamentablemente para mí, el azúcar es uno de los principales motores de la satisfacción, así que decidí comprar más dulces. Vale, que me sentí más eufórico, pero no mejor.

Una solución más acorde a todos mis síntomas y menos fantasiosa fue el ejercicio. Desde hace un año y medio soy un burócrata y estudiante, ambos en campos de la computación, por lo que en un día laboral, paso más de 12 horas sentado. Aumente de peso, comencé a cansarme más, el sobre peso causa ansiedad y falta de sueño, todo encajaba. Así que comencé a correr en mis horas libres de la escuela. El resultado, por muy satisfactorio que fuera, solo consiguió hacerme conciliar el sueño y facilitarme el conseguir asiento en el metro por las mañanas.

Pero ¡el sueño! ¡Eureka! Eso debía ser, no hay otra explicación. La falta de sueño trae un incremente en el peso, combinado con una dieta de burócrata politécnico (tortas, tacos, garnachas, etc) provocaría todos mis síntomas. Gracias fisiología todo poderosa que nos da una pizca de esperanzas, porque claro, es más fácil eliminar una mala dieta y acoplar los horarios para poder descansar mejor.

Lo triste, es que la navaja de Ockham acertó con precisión cuántica, y la raíz de mi depresión no estaba en la comida o mis horarios. O tal vez sí. La verdad, es que a mi comida le hacía falta compañía, lo mismo que a mí horario. Entre otras cosas. Por ejemplo, en mi país este fue un año de elecciones y mi universidad se fue a una muy necesaria huelga por razones que no comprendía del todo bien y que en definitiva no eran las más correctas o urgentes; y eso me tenía con los nervios destrozados: oír todos los días discusiones sobre que usar tal o cual colonia era más o menos imperialista, descubrir la manera en como ciertos humanos pueden hablar usando más veces la palabra “compañero” que verbos en sus oraciones, darse cuenta de lo cierto qué es eso de qué las asambleas son criaturas que solo comen más de lo que dicen estupideces. Qué si Marx, que sí la revolución es una guerra santa versión 2.0, que si no propones no critiques, que la conciencia, que tantas y tantas cosas que demuestran lo inculto e iletrado que es mi querido México. No quiero decir que yo sea más culto, al contrario, considero que no entender la mitad de las cosas de las que acabo de hablar me debería dar el título de alumno con secundaria terminada. En fin, la política, en general, da mucho asco.

Y por otro lado, el ámbito académico siempre tienes sus subidas y sus bajas, este año subí y subí hasta no poder subir más para entonces, y esto lo digo tratando de justificarme un poco, caerme con lujo de peso. Vaya, usando la economía del lenguaje, este último semestre me fue del carajo. Con la hermosa salvedad de mi Tesis, en cuya actividad tengo a los mejores compañeros que pude haber deseado y que me han ayudado en todo. Les hago mención de honor a Marquito, Sergio, Gabrielito y Paquito, por hacer de este final de año algo de lo que realmente no me puedo quejar. Esa es mi situación. El propósito de este blog es servir como archivo pseudo vivo de como resuelvo esta situación, y puesto que hubo quejas internas en el blog pasado, las cuales comprendo perfectamente, pues decidí crear uno nuevo. Sí alguien va a leerlo, no lo sé, esperaría que sí.

Y sí alguien está leyendo esto, pues, dejando los tuteos a un lado porque estamos en confianza, te lo agradezco mucho. Para concluir, quisiera decir exactas diez y siete palabras: “¿Qué le dijo una mandarina a un coco después de beber? ¡Por favor, ten mis semillas!” ¡Claps!.

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