lunes, 7 de enero de 2013

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El más grande fracaso que he tenido en la vida, se debe a la flojera. La detesto por mucho que la flojera segregue drogas analgésicas por mi cuerpo o me permita reflexionar en cosas como la política o religión.


La flojera es una cosa, más que un sentimiento, es un estado de la mente. Debería estar entre la irá, la alegría y el amor o quizá un escalón arriba porque la flojera ha movido a mas masas a lo largo de los siglos.


Mi teoría unificadora de la Flojera es esta: la flojera excluye a toda motivación, la motivación deriva en padecer sentimientos y realizar actividades, por tanto, la flojera no produce ni sentimientos ni actividades (solo pensar en política y religión). A esta teoría le hacen falta muchos ajustes, y en realidad, es más bien una pésima teoría pero de algo servirá o más bien de algo me ha servido.


Beppo Barrendero es, como su nombre lo dice, el barrendero de una bella ciudad italiana. Un hombre viejo pero sumamente paciente. Mientras los demás veían toda una calle llena de hojas caídas por el otoño, él veía uno o dos metros cuadrados que tenía que barrer, y luego otro par y así hasta que terminaba de barrer las calles que otros habían considerado imposibles, ignorando hasta donde su humildad le permitía, el tamaño de su proeza.*


Pero nunca se detuvo.


El problema con la flojera es la aparente estabilidad, la inercia con que gozan todos los momentos. Todo va lento y es fácil analizarlo con detenimiento, es fácil que nuestro buen y gentil amigo cerebro nos engañe diciendo que todo se encuentre bien tal como van las cosas. Nuestros músculos se relajan, nos movemos solo para sentirnos cómodos. Un ratito está bien especialmente en las noches, mientras descansamos, pero de pronto los días nos engañan y dejar de ser días para disfrazarse de una noche.


Y aunque nuestro cerebro nos dice que todo va bien, es nuestro propio cuerpo quién nos dice lo contrario: problemas en la espalda, atolondramiento para caminar y un sinfín de suspiros ahogados cuando subes escaleras. Los sueños se nos escapan de nuestras pernoctaciones y la vigilia es cada día más larga.


Nos da flojera hasta marcar por teléfono a alguien para, oh demonios, salir por la noche, pero no gracias, tengo flojera y aquí metido entre mis cobijas me encuentro perfecto… aunque podría ser mejor si pudiera ir al baño por aquí cerca.


Tristemente la mayor parte de las personas somos así. Es… feo, desperdiciamos nuestro potencial metidos en las cobijas cuando podríamos estar allá afuera, pintando la nueva capilla Sixtina o desarrollando el nuevo tetris.


Plantando un árbol, haciendo reír a un niño en el parque o tan solo pintando tu casa (o de preferencia la mía, me da flojera hacerlo). Sin embargo estamos ahí acostados o sentados leyendo el blog de un sujeto perezoso. 


Si nos levantáramos a barrer un poco como Beppo ¿Cómo sería de grande la calle que dejaríamos limpia?

*Personaje prestado de la novela Momo de Michael Ende

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